viernes, 28 de junio de 2013

Se trata de leer: analizar y escribir




"El Freud que ese año se revela ante Sartre anuncia su "idiota de la familia"; la neurosis y la creación son aliados, y lo son porque la neurosis es ya una creación, aunque privada, privada de sentido para su autor, porque está escrita en un lenguaje cuya clave no poseé (¿y cómo sería posible abrir una caja cuya llave está en el interior?)"
J.B. Pontalis en Prefacio del libro "Freud", 
de Jean Paul Sartre, editorial Alianza tres, $30 en Avenida Corrientes.


Esta cita de Pontalis me parece que es una muestra de lo que un análisis se trata. La creación. La creación es una posible vía a la subversión subjetiva. Habló Freud de la novela neurótica y nos puso a pensar a varios sobre a qué se refería. Como señala Pontalís, el neurótico es el escritor de una novela que padece contar y que el mismo no cesa de escribir. Neuróticos nombró Freud a los personajes de su novela. La novela neurótica es la de Freud. Algunos lo supimos por Foucault, de la parreshía cómo práctica espiritual entre los griegos, donde ubica la genealogía del psicoanálisis. Una práctica que posibilita que un sujeto se relacione con su verdad. Cuánto me costó entender de qué se trata eso que decían de que "analizar no se trata de escuchar, sino de leer". Quienes nos analizamos sabemos que el encuentro con el inconsciente se produce cuando el sujeto comienza a leer, a decir, ups, mirá lo que estoy diciendo, a eso que decimos escuchó, lo que sucede es que uno lee. Y digo uno porque por mi práctica analítica se que soy uno entre tantos que les pasó. El análisis sorprende al sujeto. Hablamos en el día a día y nos estamos escuchando, qué dije, qué quiere decir, por qué, sabemos que eso acontece, los que se analizan y los que no, porque acá hasta los que nunca fueron al psicólogo te discuten de psicología. Y está bien que así sea. 
Escribir también se trata de leer. Contar lo que a uno le pasó no es hacer literatura, hacer una obra de arte con lo que a uno le sucedió, sí. Al contar en acciones, sin andar describiendo, genera faltas y esas faltas las rellena el lector con su fantasía. Para mostrar una heladera vacía no es necesario escribir una heladera vacía, alcanza con mostrar que un personaje llega de visita a casa de otro que requiere cuidado, abre la heladera, dice ya vuelvo, va hasta el supermercado de la otra cuadra y vuelve cargados de bolsas que vacía y guarda en la heladera y la heladera vacía aparece. ¿No se trata de un relleno el fantasma? Lamentablemente despegan tanto fantasma de fantasía que no cuentan que la fantasía está hecha de la matriz del fantasma. En la fantasías el sujeto narra desde el mismo lugar. ¿Desde qué lugar? Como señaló Freud el sujeto novela, anda rellenando vacíos que los cuenta como faltas, sabemos que el fantasma vela la falta, le da un sentido, ese sentido que se muestra en la novela que el sujeto cuenta, y Pontalis nos dice que "privada de sentido para su autor, porque está escrita en un lenguaje cuya clave no poseé (¿y cómo sería posible abrir una caja cuya llave está en el interior?)". La llave es la lectura. La caja se abre cuando el sujeto comienza a leer. Cuando encuentra que novela, se detiene en lo que leyó, no en lo que escribió, diciendo "uy lo que escuché". Ahí lee, no escucha. No hagamos la diferencia entre escuchar y oír, porque es demasiado fina, pero escuchar y leer son dos acciones diferentes. No se trata de distintos sentidos, no se lee con los ojos. Leer lo escrito no es escribir distinto. Analizarse se trata de leerse, escribir también. Hablar es contar, novelar, pero es escribir una novela o un cuento es otra cosa. La poesía no se hace solo con palabras, se puede construir imágenes también con la música. Admiro a quienes pueden hacerlo sin palabras.
Según Freud, Pontalis, Lacan, el psicoanálisis, de lo que se trata es de abrir una caja con una llave que no está, la lectura abre, posibilita otro modo de ver las cosas. ¿Desde dónde el sujeto cuenta la novela? ¿Desde donde el personaje cuenta la novela? Cuando descubre desde donde cuenta, recién ahí puede comenzar a contar, porque lee, porque ya no escribe desde los ojos del que le pasó, sino desde el personaje, es decir, mientra escribimos tomamos distancia para poder ver la escena, qué hace, no qué dice. 

Para escribir ficción hay que leerse, leer lo que uno escribe. No se trata sólo de leer. Hay que leer mucha literatura, yo que no he leído tanta, me doy cuenta que ahora lo preciso, para poder ver cómo otros autores construyen. Cómo hicieron para que pudiera ver la novela del otro en imágenes, construirme esa ficción en la cabeza. Hay que escribir, para leerse y en esa lectura encontrar lo que tenemos que escribir, cuál es la historia a contar, ahí se hace arte. La arcilla de un escritor es su escritura, de ahí la lectura de lo escrito aparece lo que hay que contar. Yo estoy en esa búsqueda. Para escribir hay que tener en claro eso de cada personaje. Respetarle la libertad a cada personaje. El ejercicio de la lectura que posibilita corrimientos subjetivos no es propia de los que se analizan. Pablo nos repite lo dicho por Abelardo Castillo "uno no corrige texto, corrige persona, se corrige". La escritura que busca crear ficción, es efecto de la lectura del escritor del lugar desde donde escribe, qué lugar ocupa en el discurso. El escritor que no cesa de leer encuentra su fantasma. Jean Allouch en su libro "Letra por letra" cuenta a través de la escritura Freud salió de la cocaína. ¿Freud no se psicoanalizó? 
Un análisis se trata de leer, pero de una lectura que propicie una mayor libertad al sujeto. Los psicoanálisis de lo imaginario, te dejan en el mismo lugar haciendo otra cosa, hasta quizá sin padecimiento. Se trata de que un sujeto se interrogue sobre su lugar en el discurso, no de qué le pasa en ese lugar, sino la posibilitad de otro lugar desde donde existir, es decir, habitar el tiempo en algún espacio. En los psicoanálisis del sentido no hay lugar para el riesgo. El acto es sin garantías, el sujeto arriesga. El ejercicio de la parreshía, esa práctica de los griegos, en el que un sujeto a partir del diálogo con otro se relacionaba con su verdad, y pagaba por ello a otro que ya hubiera hecho ese ejercicio espiritual, tenía como condición el riesgo, no se trataba de decir cualquier cosa, sino de un decir en el que diga se arriesgue.

1 comentario:

  1. sólo te voy a decir que éste texto tuyo y ahora mío es más que una invitación. Me ha seducido, como todos aquellos textos que invitan a la reflexión que no es otra forma en la que concibo el acto de leer. Me enamora. Gracias Santi, porque tu texto conjuga de manera perfecta un pensamiento mío recurrente que no encontraba palabras. Un beso. SILVIA JACOBI

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