viernes, 26 de abril de 2013

Suppa aporta al debate


Compartimos un artículo escrito por nuestro querido Suppa, alias, Juan Manuel Suppa Atman,

Sobre la represión en el Borda, la defensa del manicomio y el negocio inmobiliario

(Buenos Aires) La semana cierra con gases y humos y palazos. La Policía Metropolitana reprime en el Hospital Borda para garantizar la prosecución de las obras de derrumbe de los edificios del manicomio donde hasta ahora funcionaron los talleres. Los gases, los humos y los palazos cubren las espaldas de los empresarios que están montados sobre el negocio de revalorización de la zona sur. El Centro Cívico que va a erigirse sobre los ruinas del emblemático manicomio es la continuidad del diseño urbano de la Corporación Puerto Madero y de la Corporación Sur, es decir, la tan temida continuidad menemista.


Que el macrismo es la expresión cruda y visceral del sentido común conservador, no es novedad ni puede sorprender a nadie. Para el sentido común conservador reprimir siempre que sea por una buena causa, como es el negocio inmobiliario, está bien y es un derecho del Estado. Por eso no hay sorpresa: Macri reprime, y ni Clarín ni La Nación ni los caceroleros le van a decir nada, porque reprime contra la dictadura K.
Es este contexto es más interesante comprender cuál es el papel que jugó el kirchnerismo porteño. En una amplia mayoría, las organizaciones populares oficialistas, por reflejo y salud, salieron a la defensa del Borda. Por otra parte, en el Palacio Legislativo, el Frente para la Victoria ha sido por lo menos concesivo con la política de planificación urbana y negociados que capitanea el PRO.
Con respecto a la defensa del Borda, valdría la pena un debate. El Borda es el paradigma del modelo manicomial, que restringe los derechos de los usuarios y que es el caldo de cultivo para tratamientos iatrogénicos y violaciones a los derechos humanos. El manicomio y los pequeños manicomios privados que el estado sustenta con subsidios, se comen la gran porción de los recursos destinados a salud mental. El resultado es que la internación es el recurso casi excluyente para atender las demandas en salud mental. Irónicamente, o no tanto, la mayoría de los hospitales generales de la ciudad no cuentan con camas de internación para salud mental. Entonces el dilema es internaciones o nada y a veces ni siquiera hay dilema, simplemente es nada.
Por su parte muchas de las organizaciones del campo de la salud mental han decidido abstenerse en la lucha que dan las organizaciones populares y los trabajadores del hospital considerando que son los representantes del monovalente. Es una posición errada que no comprende los matices ni contempla que lo que entienden muchos compañeros es que se ataca la salud pública y que corresponde defenderla. Ahora, con los policías macristas en las puertas, se ven en la incómoda situación de preguntarse de qué lado han quedado.
Lamentablemente las situaciones son así de complejas y no todo es blanco y negro. Es posible que lo mejor sea un reacomodamiento en el que muchos militantes de una salud mental comunitaria abracen la defensa del Borda no como la defensa del Manicomio sino como la defensa de lo público frente a lo privado. Nada gana la salud mental comunitaria con el negocio inmobiliario y el abandono o traslado a clínicas privadas de los pacientes del Borda. Por otra parte, elevando la calidad del reclamo, las organizaciones populares y los trabajadores que abrazan al Borda podrían reclamar más recursos intermedios como casas de medio camino, apertura de servicios de salud mental en hospitales generales, becas y toda la diversidad de efectores que  garanticen los derechos que proclama la Ley de Salud Mental.
El manicomio no es un monstruo solitario, es el depositario de todo un sistema que tiene a depositar a los locos y los indeseables en lugares como las cárceles o los manicomios. Si el manicomio existe es porque existe la sociedad y el estado a los que le conviene, por eso la desaparición del manicomio tiene que nacer consciente desde esa sociedad y ese estado y no con las topadoras de las empresas constructoras.
Finalmente queda para las instancias de representación parlamentaria de la oposición en la ciudad estar a la altura de las circunstancias y de sus propias bases. En su cabeza está la responsabilidad de articular un proyecto alternativo al macrismo. Denunciar la represión pero engendrar sus causas es un paso atrás.
Sup!

El Frente de Artistas a pesar del Borda

Nota publicada en Página/12



“Existimos a pesar del manicomio”


 Por Alberto Sava *
En el artículo “Buenos Aires no es Trieste”, publicado en esta sección el 9 de febrero pasado, Hernán Scorofitz señala, con referencia al Hospital Borda, que “riquísimas experiencias han surgido en el interior de los muros: el Frente de Artistas del Borda y Radio La Colifata”. Pero olvida decir que subsisten a pesar del Borda. Reitero mi postura en favor de la desmanicomialización y en apoyo a la Ley 448 de la CABA y la Ley Nacional de Salud Mental 26.657. Se trata de defender el hospital público y no a los manicomios, sean éstos públicos o privados. Estuve en Trieste hace cuatro años, haciendo una pasantía desde la cual puedo dar cuenta de esa experiencia desmanicomializadora creada por el doctor Franco Basaglia. También conozco las de Río Negro, San Luis y otras, y he podido comparar las diferencias positivas de estas propuestas con las de los “hospitales psiquiátricos”, bien llamados hospicios, asilos, loqueros, manicomios, depósitos de personas.
Las primeras, las desmanicomializadoras se construyen desde la dignidad humana, para garantizar la atención en hospitales generales o centros de salud, con internaciones cortas –en Trieste, el promedio de internación es de 15 días– y tratamientos básicamente ambulatorios, en un marco en que el Estado garantiza la vivienda, el trabajo, la educación, la salud y los afectos de las personas con sufrimiento mental, a través de leyes nacionales y provinciales. Esto se organiza con los mismos recursos económicos, técnicos y humanos y sin pérdidas de fuentes de trabajo.
En cambio, los hospitales psiquiátricos monovalentes, públicos y privados, se construyen y se sostienen desde el maltrato, la segregación, la sobremedicación, la discriminación, y muchas veces la violencia física y psíquica, en ausencia de libertades individuales y con mala calidad de vida en cuanto a alimentación, ropa, higiene y sociabilidad. En definitiva, son monumentos a las violaciones de los derechos humanos. Son un cachetazo a la dignidad humana. Basta visitar cualquier manicomio del país, y conozco muchos, para darse cuenta de esta realidad.
Ya en 1990, la Organización Panamericana de la Salud, integrante de la Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS), en la Declaración de Caracas –de la cual la Argentina es país firmante– señaló que “el hospital psiquiátrico aísla al enfermo de su medio, generando de esa manera mayor discapacidad social, y crea condiciones desfavorables que ponen en peligro los derechos humanos y civiles del enfermo”; e instó “a organizaciones, autoridades de salud, profesionales de salud mental, profesionales del derecho y usuarios de los sistemas de salud mental a la Conferencia Regional para la Reestructuración de la Atención Psiquiátrica en América latina para llevar a cabo distintas estrategias a fin de lograr la reestructuración de la atención psiquiátrica en América latina, la actualización de legislaciones nacionales de tal forma que se asegure el respeto de los derechos humanos de las personas con discapacidades mentales y sus familiares, y se promueva la organización de servicios comunitarios que contribuyan a que estas personas puedan disfrutar de la libertad personal y, por consiguiente, ejercer sus derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales y otras libertades fundamentales en pie de igualdad respecto de otros seres humanos”.
Entonces, la crítica es al manicomio y a las personas que sostienen una forma de atender y entender el sufrimiento mental, que no sólo afecta a las personas que en él viven: también muchos trabajadores son víctimas del manicomio, y he sido testigo. Doy fe de que existen trabajadores –profesionales, enfermeros, técnicos, empleados administrativos y de mantenimiento, entre otros– que son respetuosos, dignos de su labor; tienen una escucha nueva, colaboran con nuestras propuestas desmanicomializadoras y trabajan a favor de procesos de cambios. Pero al mismo tiempo se convive con actitudes y propuestas corporativas de asociaciones médicas y gremiales que están en contra de la desmanicomialización, o sea en contra de la Ley 448 de Salud Mental de la Ciudad de Buenos Aires y de la nueva Ley Nacional de Salud Mental 26.657.
Estas organizaciones sindicales y profesionales muchas veces se movilizan ante las amenazas del cierre del hospital público: de acuerdo, si ése es el espíritu verdadero, pero, una vez defendido el hospital público, me pregunto por qué no se movilizan para que se cierre el manicomio. Entonces, esas movilizaciones sostienen una trampa, que es el mantenimiento de la estructura manicomial, en contradicción con el espíritu y la letra de las dos leyes de salud mental vigentes y votadas democráticamente.
En el caso del Frente de Artistas, su estructura es horizontal y se socializa el poder a través de la participación de todos los integrantes: usuarios-artistas y coordinadores. Casi 200 usuarios-artistas internados y ambulatorios participan diariamente en 12 talleres artísticos. Más de 30 coordinadores trabajan ad honorem, con más de 6000 presentaciones en todo el país, la organización de once festivales latinoamericanos de arte “Una puerta a la libertad-No al manicomio” y la fundación de la Red Argentina de Arte y Salud Mental, entre muchas otras actividades con reconocimientos nacionales e internacionales.
El Frente de Artistas del Borda no pertenece a la estructura de la institución Borda y, por lo tanto, no contamos con recursos económicos, técnicos ni humanos. Nos vimos obligados a crear, por fuera, una asociación civil, que se llama Frente de Artistas, para conseguir esos recursos. Además de este desconocimiento institucional, escamotean ayuda, boicotean propuestas e ideas, e incluso han inventado el Centro Cultural del Borda, dirigido por un médico psiquiatra, con la intención de perjudicar, dividir, confundir y debilitar nuestra lucha desmanicomializadora.
El Frente de Artistas del Borda existe a pesar del Borda. Con sus coordinadores y talleristas-artistas y junto a cada vez más trabajadores, grupos e instituciones sociales, luchará y resistirá desde el arte hasta que los muros caigan. Hasta que la Argentina sea como Trieste.
* Fundador y coordinador del Frente de Artistas del Borda; presidente de la Red Argentina de Arte y Salud Mental.

¿Contra la represión y defendiendo una institución represiva?

Comparto un artículo publicado en la Agencia Paco Urondo


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Por Santiago Gómez I  La represión del gobierno de Macri en el Borda, promovida por los intereses  del Jefe de Gobierno porteño, en los negocios inmobiliarios, produjo un repudio generalizado en las redes sociales a la represión ejercida por la Policía Metropolita. Hecho que también repudio.
https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiOLHHjDRiS6Q48Mjoy5Mqft3JBTR3x_W6w9a6gLgg_ta_esvXHSvRFHIUf0Cu6GZvhc7ZpgZ_rEfRUrichK7Nqfu577gQPYNR7QYR0eHrQtaUb8q9N1yVV4yGJLhC8FerWu-445ngszYn3/s1600/borda1.jpg
Pero otra de las cosas que ha dejado al descubierto la represión en el Borda es que sólo las acciones de Macri instalan la problemática de los manicomios en la agenda púbica y cada vez que sucede, parece que de lo único que hay que hablar es de lo hecho por Macri,  y posicionarse enfrente de él y del lado del Borda, pero si uno intenta hablar de la problemática de los internos en el Borda, que eso es lo que importa, las realidades que existen en la realidad del Borda, algunos consideran que quedamos del lado de Macri.
Llama la atención que hay quienes repudian la represión pero defienden la existencia del Borda, que como todo manicomio, es una institución cerrada y como tal un aparato represivo. Es como defender las cárceles porque se está en contra de la violencia. La cárcel, como los manicomios, son aparatos violentos. Basaglia, quien llevó adelante la experiencia de cierre de los manicomios en Italia, nombraba lo que sucedía dentro de los manicomios como “la institución de la violencia”. La violencia ya está institucionalizada, hay un procedimiento para llevarla adelante. Lejos de estar descubriendo algo nuevo, no hace falta más para saber de esto que leer sus textos, los de Foucault, o acercarse al manicomio más cercano a su domicilio.
“Vidas arrasadas” tituló el CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales) al informe que realizó sobre la situación de los manicomios en la Argentina, en el que analiza la situación de los manicomios, los efectos de las celdas de aislamiento y la cantidad de muertes que se producen ahí adentro. ¿Cómo es posible que se defiendan instituciones que arrasan con miles de vidas? Porque no se trata de los más de veinte mil internos en psiquiátricos que hay en la Argentina, sino que los efectos de esas vidas arrasadas impactan también en las familias. Miles de vidas arrasadas por instituciones psiquiátricas. Hay quienes dicen, pero también le han hecho bien a algunas personas, y decimos sí, es cierto, dentro de los psiquiátricos hay profesionales que trabajan de un modo digno en una institución inmunda. Así como dentro de las cárceles hay quienes trabajan bien en una institución detestable. ¿Deja de ser una institución violenta la cárcel o el manicomio porque exista alguno que diga que le hizo bien a su vida el pasaje por la misma?
La situación de los manicomios en la Argentina se transformará el día que se deje de pensar el problema como una cuestión sanitaria y pase a pensarse como una cuestión de Derechos Humanos. Cuando consideremos que se trata de instituciones en las que se producen sistemáticamente violaciones a los derechos humanos, que se somete a condiciones indignas e inhumanas de existencia a miles de personas y decidamos como colectivo que debemos terminar con esas situaciones, recién ahí podremos comenzar a pensar que será posible terminar con los manicomios. Considero que la reforma se pondrá en movimiento cuando cuente organizadamente con la fuerza de los que estamos directamente afectados por la violencia objetivante de las practicas manicomiales: internos, psiquiatrizados, familiares de internos, familiares de psiquiatrizados, trabajadores y trabajadoras de los manicomios, estudiantes y con todos quienes se sientan afectados por esa violencia y no soporten el atentado a la dignidad y los derechos a los que miles se ven sometidos. La unión hace la fuerza y la fuerza organizada genera movimiento.

La situación de los manicomios en la C.A.B.A


Cuestiones legales

Lo primero que se nombra cada vez que se trata el asunto de la salud mental en la C.A.B.A, es el incumplimiento de la Ley 448, sancionada el 27 de julio del 2000. Dicha ley, como bien señala el Colectivo 448, promueve la “desinstitucionalización progresiva,  implementación de camas de internaciones breves y guardias interdisciplinarias en hospitales generales, casas de medio camino, hospitales de día, emprendimientos sociales y otros dispositivos sustitutivos”[1], agregando que “las pautas incluidas en la Constitución de la ciudad de Buenos Aires habían generado una gran expectativa de transformación de un modelo de características asilares-custodiales, que históricamente ha sentenciado a la internación crónica y al trato indigno y alienante a miles de seres humanos”, y observa que “esta indignidad institucional también se proyecta sobre los trabajadores de la salud mental que intervienen en la atención, generando daños a su salud física y psíquica”[2].
La 448 es una de las leyes más progresistas de la Argentina, pero al no existir una importante movilización social que condicione al cumplimiento de la misma, es letra muerta. Se puede reclamar no sólo el incumplimiento de dicha norma, sino también de: la Convención de Derechos Humanos, la de los Derechos de los Niños, la Convención sobre los derechos de personas con discapacidad, la Convención Interamericana para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Personas con Discapacidad y los Principios para la protección de los enfermos mentales y el mejoramiento de la atención de la salud mental, que a raíz de nuestra última reforma constitucional, pasaron a tener valor legal. La Jueza María Silvia Villaverde de Lomas de Zamora, en su página web (www.villaverde.com.ar), pone a disposición herramientas legales que amparan a quienes padecen la vulneración de sus derechos, dentro del campo de la salud mental.
El problema de la salud mental en la ciudad, no es una cuestión de normas legales, sino la razón del incumplimiento de algunas. Muchas normas protegen a los ciudadanos que circulan bajo los techos de la salud mental, algunas se cumplen y otras no. Por trabajar algunos cobran salarios, otros nada y unos pocos peculios, pero todos son trabajadores. Un ejemplo más de que no se vulneran todos los derechos a todos.

Trabajo y trabajadores.

El principal problema en el campo de la salud mental está entre los trabajadores, por el tipo de trabajo que realizan: la objetivación como método, la lógica discursiva en el que se sostienen sus prácticas, disciplinaria, la formación que recibieron y sostienen, la relación jerárquica que entre ellos se establece, la falta de una movilización organizada con poder real de transformación de las condiciones institucionales y todo esto dentro de un contexto cultural en el que la ciencia tiene poder de verdad.
El problema de la violencia de la objetivación, tan bien planteado tanto por Basaglia como por Foucault, es el mismo hoy que cuando se sancionó la ley y será el de la gestión siguiente si no hay por parte de los trabajadores una voluntad sincera de poner en cuestión el trabajo que vienen realizando. ¿O fue un funcionario del ejecutivo el que ató a la cama, hace más de tres años, a la nena que murió ahogada en su propio vómito en el Tobar García? ¿Hay órdenes precisas del Ministerio de Salud Porteño de “contener”, el sinónimo cínico de atar, a los pacientes? ¿La violencia de las prácticas se explica por cuestiones político coyunturales o por la lógica del poder médico y psiquiátrico, en su forma de poder disciplinario? ¿Qué lleva a los trabajadores a naturalizar la violencia que se aplica sobre los cuerpos de aquellos que están internados en instituciones psiquiátricas? Hasta el momento, creo, que no hay denuncias hechas por trabajadores contra trabajadores por haber vulnerado derechos humanos de aquellos que padecen una internación ¿O la responsabilidad subjetiva sólo es tema de los no profesionales? Escuché a varios preocupados por lo establecido en la nueva Ley Nacional de Salud Mental, respecto la posibilidad de los trabajadores y familiares de presentar denuncias ante el Órgano de Revisión, el cual estará integrado por representantes ministeriales, trabajadores, familiares y asociaciones, ya que el mismo tendrá como función, como establece la ley en el art.40 inc. C) Supervisar de oficio o por denuncia de particulares las condiciones de internación por razones de salud mental, en el ámbito público y privado.
Como hemos observado, la obediencia en este conflicto, es un proceso fundamental. Que nadie quede del otro lado de la norma, sino pasan al otro lado. Se intentan explicar procesos sociales a partir de historias individuales, los cuales no tiene el menor sustento, pero quienes realizan esas acciones tiene el poder de fijar las condiciones en las que un sujeto exista. Se delegó la responsabilidad de los terceros en los profesionales, los tornaron  responsables de las posibles acciones futuras. ¿Videntes? Es por esto que los controles a las internaciones de la Ley Nacional de Salud Mental, resultaban necesarios, aunque no indispensable, ya que las convenciones internacionales eran herramientas legales que estaban a disposición de quien quisiera para exigir su aplicación. Y quien escribe esto padeció haber sido expulsado del Servicio de Internación en Crisis de Open Door,  por haberse servido de esas convenciones y denunciado que compañeros trabajadores dejaron tres días atado a un hombre a una cama, produciéndole un cuadro de deshidratación que requirió de una intervención clínica urgente. Esos mismos compañeros, como tantos, que cada pedido de informe a un perito que realizaba un juez, lego en la materia, lo consideraban como pedido de internación e iban ampliando la cantidad de internos en el manicomio.

Seamos sinceros, si los pensaran como iguales. ¿Por qué los trabajadores de los manicomios reclaman por los derechos de los pacientes? La mayoría de los trabajadores no piensa a los internos como iguales. Entre profesionales no se piensan todos como trabajadores y que por lo tanto tienen los mismos derechos. Entre los trabajadores no se piensan todos iguales y por eso algunos lo hacen gratis, otros reciben dinero como salario o por su formación y otros por un peculio. ¿O no es trabajar reparar el mobiliario de la ciudad? La Ley de la C.A.B.A Nº 995 de Talleres Protegidos, los que reparten peculios como a los presos, establece que “Dichas acciones y servicios se dirigen a promover el desarrollo de capacidades útiles”, que son, según el art.3): “Ratificar e impulsar las condiciones de organización y funcionamiento de talleres existentes y futuros vinculados a costurería, industrialización de la chapa, herrería, carpintería, imprenta, bancos y máquinas, confección industrial y tejido a máquina, pintura, lustre, tapicería, armado y expedición, electricidad, gas, reparaciones edilicias, mecánica, termo electromecánica, entre otros.” Alejandra Pizarnik dejó algo de su paso por la “Sala de Psicopatología” del Hospital Pirovano, que viene al tema:
            “cuando pienso en laborterapia me arrancaría los ojos en una casa en ruinas y me los comería pensando en mis años de escritura continua,
            15 o 20 horas escribiendo sin cesar, aguzada por el demonio de las analogías, tratando de configurar mi atroz materia verbal errante
(…)
finjo, pues, que logro mejorar, finjo creer a estos muchachos de
buena voluntad (¡oh, los buenos sentimientos!)
(Subrayado mío) me podrán ayudar,
pero a veces - a menudo- los recontraputeo desde mis sombras ínteriores que estos mediquillitos jamás sabrán conocer (la profundidad, cuanto más profunda, más indecible)(…)”
[3]

“No son iguales a nosotros”

 La mayoría de los trabajadores de la salud mental no piensa a quienes atienden como iguales. Esto puede observarse en la mayoría de los reclamos de los trabajadores, que levantan las consignas por los derechos de los pacientes y no por los derechos humanos o  los derechos de los trabajadores. ¿En nombre de qué deben ser sometidos los trabajadores a realizar sus tareas bajo esas condiciones de violencia? ¿Cómo es posible que una jovencita o jovencito que comienza a trabajar reciba la violencia como herramienta de trabajo y que tantos la agarren y tan pocos la abandonen? No creo que sea una cuestión de malas intenciones, no ingresan todos con ese tipo de disciplinamiento. ¿Cómo es posible que tengan que ser testigos del aplastamiento de los cuerpos por el peso de la violencia institucional? Si nos pensamos iguales, tenemos que pelear y reclamar por los derechos de todos aquellos que se encuentran bajo el edificio manicomial. Acabar con la institucionalización de la violencia. El arrasador peso de la autoridad.

Para esto, se deben cuestionar la lógica de las respuestas de los trabajadores de la salud mental, lo que indefectiblemente nos debe llevar a pensar la problemática del poder y de qué discurso se sirve para ejercer esa violencia, porque se intentan vestir de terapéuticas prácticas punitivas. Recuerdo a Evaristo Pasquale, Director de Salud Mental de Trieste, angustiado luego de conocer Open Door, repitiendo “hace treinta años que no veo una persona atada a una cama”.

“Solo nos queda rechazar cualquier acto terapéutico siempre que tienda tan sólo a mitigar las reacciones del excluido hacia el excluyente” dijo uno que muchos nombran: Basaglia. Además, advirtió que la sociedad, ante la problemática de que se visualice su rostro violento:

“(…) ha encontrado un nuevo sistema: extender la concesión del poder a los técnicos que lo ejercerán en su nombre, y seguirán creando -a través de otras formas de violencia: la violencia técnica -nuevos excluidos. (…) La labor de estos intermediarios consistirá en mistificar la violencia a través de la técnica, sin llegar a cambiar por ellos su propia naturaleza, de manera que el objeto de la violencia se adapte a la violencia de la que es objeto (…) Analizando cuáles son las fuerzas que han podido actuar en profundidad sobre el enfermo hasta el punto de aniquilarle, se llega a la conclusión de que sólo una es capaz de provocar un daño tal: la autoridad”[4]

La solución: organización política

Las experiencias de desmanicomialización, palabra nacida en Río Negro, o desinstitucionalización, como prefieren nombrar otros, llevadas adelante en el lugar del mundo que sea, sólo fueron posibles por la decisión política tomada por aquellos que decidieron transformar las condiciones de relación entre sujetos que se establece en quienes son considerados locos, anormales, enfermos o el nombre que se le quiera poner.
El problema es de tipo político, entendiendo la política como una acción de transformación social, por lo tanto necesita una solución en ese sentido. La misma puede no ser tomada por el ejecutivo, sino por los trabajadores que a través de la organización estén dispuestos a construir el poder de transformar el tipo de prácticas que hoy realizan. Italia, Brasil y las distintas experiencias que aún se llevan adelante en la Argentina demuestran que sólo la organización vence al tiempo.
En la provincia de Río Negro, como en la de San Luis, hubo un ejecutivo que acompañó un reclamo de aquellos actores involucrados en la problemática de la salud mental que luchaban por una transformación. Lo mismo sucede con el ejecutivo del Municipio de Moreno, donde desde la creación del primer servicio municipal de atención a la salud mental se combatió contra cualquier práctica de tipo objetivante de abordar el padecimiento subjetivo. Experiencia que a lo largo de los años se ha ido fortaleciendo, gracias a la decisión política de los funcionarios municipales y los recursos asignados, hoy es un ejemplo de trabajo en la Argentina, con fondos que están sustancialmente alejados de los dispone hoy el sistema de salud porteño, porque no estamos hablando de un problema fundamentalmente de fondos, sin los cuales se dificulta el accionar político.

El sistema de salud porteño y otros

El sistema de salud porteño está basado en una la lógica hospitalaria, a diferencia de lo que sucede en los municipios de la provincia de Buenos Aires, que a raíz de la funesta descentralización realizada durante los noventa, son los responsables de la atención en salud que reciben la mayoría de su habitantes. Hay municipios que decidieron trabajar desde una perspectiva antimanicomial, desde una perspectiva de proyecto nacional y popular, que realizan trabajos brillantes, sin desconocer lo insuficiente.
El Municipio de Moreno, en el cual me he formado, está llevando un trabajo destacado en la temática, sin haber procurado jamás llevar una acción solitaria, sino que fue parte de la creación de la Red de Salud Mental del Oeste, de la que participa Morón, trabajadores de  Tres de Febrero, Ituzaingó, La Matanza, y funcionarios del ámbito nacional y provincial,  así como también del poder judicial de algunas procadurías. La razón por la que esto se hizo fue la conceptualización política de las prácticas en salud mental. No se trata porque son enfermos, sino porque son sujetos, decimos nosotros. Porque son ciudadanos y sujetos, que no son lo mismo, no se los puede someter a las condiciones de existencia manicomiales, así que no se discute: el manicomio se tiene que cerrar, nada de andar preguntando en qué condiciones. ¿Qué puede ser peor para un ser humano que su vida en un manicomio? ¿Saben qué? Un campo de concentración, no hay nada en el medio, los presos tiene fecha de salida, aunque muchas veces no salgan. El manicomio es la objetivación de un cuerpo a sus máximas experiencias, en manos de la voluntad diaria de tantos trabajadores, de los cuales algunos son funcionarios.
¿Por qué siempre es “No al cierre del Borda y el Moyano”? ¿Por qué del Tobar no se habla? Porque si se llega a visualizar el Tobar, se tiene que cerrar todo ya, porque no jodamos, no se trata de si a la clase media le duele tanto el vivir de los niños pobres, sino porque como está  la Convención Internacional de los Derechos Humanos, muchachos o vamos todos a declarar al Tribunal Internacional o nos ponemos a mejorar ese trabajo. Qué bueno sería que este tipo de violencia que viven miles de argentinos contara con la misma difusión que se realiza sobre la violencia de género, que tiene su origen en la misma razón de la que aquí estamos hablando, aunque no vamos a detenernos en ello.

Es necesario un trabajo político del que sean parte todos los actores involucrados, el cual debe tener como objetivo una transformación cultural que posibilite la creación de nuevas respuestas frente al malestar que genera la cultura, el cual es inherente a todas, aunque no sea el mismo en todos los casos. No se trata de un trabajo comunitario, como lo nombran quienes no pertenecen al lugar en el que trabajan, ya que en la comunidad está aquello que queremos extirpar. Se trata de una militancia política en la que sumar al otro es un requerimiento para acceder al objetivo y cuando sumás no decidís todo, porque querés que se sostenga, lo hacés porque querés que haya otro modo de vivir, en la que el cuerpo sobre el que se aplica la violencia no puede ser la causa de la misma.
Dicha transformación sólo será posible de a muchos y organizadamente, porque hay que laburar mucho más. Afrontar las resistencias que genera aceptar cuestionar las prácticas, que en caso de los profesionales hay millones de bibliotecas que las justifican. No es una cuestión de malas intensiones, en todos los casos. Se trata de un proceso de desalienación que requiere de lo mismo que posibilitó que se alienen: un discurso. Pero un discurso en el que la objetivación será nuestro enemigo y donde el malestar en la cultura la norma. Un discurso que se luche contra la segregación y exclusión a la que condena el discurso disciplinario que sostiene el saber de la psiquiatría y la psicología. Será una lucha muy larga, contra un enemigo muy poderoso, que lleva siglos disciplinando cuerpos y formando a los garantes de su subsistencia.

El tema no son los laboratorios en si mismo, sino su funcionalidad al discurso dominante, creer lo contrario son zonzeras de extremistas y oportunistas. Las ganancias de los laboratorios no se sostienen de los dos mil internos del sistema de salud pública de la capital, cuando hablamos del problema de la medicación del malestar en la cultura, claramente nos referimos a la relación de millones de argentinos con psicofármacos.

Claramente se necesitan también recursos, casa para externar, y no de medio camino, no seamos cínicos. Ojalá puedan, si lo desean, mudarse a un lugar con un igual o mayor nivel de calidad de vida. Pero si sabemos del trabajo que hay que hacer a nivel cultural en la ciudad, para que puedan otorgarles a los locos otro lugar, cuando ponemos el agregado “de medio camino”, metemos la cuestión del tiempo y que se tiene que ir a otro lugar. Primero construyamos los otros lugares y luego se van a constituir como opción. Pero mientras no las haya, no hay medio camino, no nos sostiene la ilusión, sino la certeza de que la única verdad es la realidad. En eso somos iguales que los locos.

Acá les dejo una herramienta valiososísima para pensar nuestras práctias: "Historia y Trauma. Las locuras de guerrra" de Davoine y Gaudilliere. No tienen excusa para no leer, los libros están.


[1] “A diez años de la ley”. Página/12. 13/05/10
[2] Ibid.
[3] “Sala de Psicopatología”. Alejandra Pizarnik. Poesía completa. Editorial Lumen.
[4] “La institución negada”. Franco Basaglia. Editorial Barral.

lunes, 22 de abril de 2013

¿Estamos tan locos que necesitamos los manicomios?


Compartimos una nota publicada en 1990 por Eugenio Raúl Zaffaroni, en la revista Desbordar, que transcribimos del original.

¿Estamos tan locos que necesitamos los manicomios?
por Raúl Zaffaroni.


Una campaña antimanicomial, como cualquier emprendimiento que llame la atención sobre los derechos de personas consideradas "diferentes", no puede dejar de trazarse una táctica y, como primer requisito, analizar las dificultades que debe vencer. Esto requiere sinceridad, porque es la primera clave del éxito. Cualquier condescendencia consigo mismo, que lleve a pasar por alto dificultades, en definitiva es negativa para las personas por cuyos derechos se lucha.
Defender lo diferente, en este momento de la sociedad argentina, es particularmente difícil. Existe un alto grado de anomia, las reglas del juego parecen cambiadas y amplios sectores de la población no entienden las nuevas o bien, no hay reglas. La destrucción del aparato productivo y la falta de proyecto convocante provocan una sensación de debilitamiento de la comunidad. Los mensajes violentos, cortos, irracionales, pegan rápidamente cuando se proporciona un "chivo expiatorio", más por la necesidad de encontrar símbolos aglutinantes que por desencadenar una violencia efectiva, aunque corren peligro de desencadenarla. La televisión parece ser el principal agente de producción de esos mensajes. Ello obedece a que son breves, muy directos y por su vía emocional no requieren reflexión.
Lo diferente, sea lo que fuere, causa temor. Por otra parte, lo diferente rompe la "normalidad", porque puede plantear cuestiones a las que el ritualismo burocrático no sabe cómo responder. Se vuelve molesto para los controladores sociales y temible para casi todos, que se refugian en lo homogéneo, que da la seguridad de lo que se supone conocido y la previsibilidad de sus respuestas.
Si aunamos ambas consideraciones veremos que el primer riesgo que se corre es de que ambos factores coincidan negativamente y se produzca una identificación de lo diferente como chivo expiatorio del mensaje violento, favorecido por el temor y la molestia que genera. Esto puede conspirar contra el éxito de la campaña y, eventualmente, aunque la posibilidad es más lejana, generar violencia contra las personas que ven hoy afectados sus Derechos Humanos en los manicomios. En estas emergencias, las tendencias conservadoras no se definen por su simpatía por modelos o valores más o menos tradicionales, sino por su temor irracional ante todo lo diferente y por su afán homogenizador, es decir, que no se trata de "conservadorismo" sino directamente de autoritarismos igualador hacia abajo en cuanto a uso de las facultades críticas. No se trata, pues, de vérselas con un conservadorismo ideológico, más o menos discutible o razonable, sino con un conservadorismo policial, no porque lo ejerza la policía, sino porque la policización se generaliza, degradándose cada persona a policía de su prójimo, delatándolo por sus diferencias. Es el ataque más radical al derecho a la igualdad que presupone las diferencias.
Esto no debe detener una campaña, pero sí debe alertar sobre el peligro e impulsar a la búsqueda del modo de obviarlo.
Si el campo fértil de la resistencia es el temor a lo desconocido por diferente, lo primero será que lo diferente deje de ser desconocido. Lo desconocido no permanece en blanco en la construcción de la realidad, sino que se rellena con estereotipos. Lo primero, pues, será destruir los estereotipos, volver conocido lo desconocido, desbaratar los prejuicios y para ello es inevitablemente necesario valerse también de mensajes cortos y emocionales, aunque en este caso sean de contenido pacífico, de connivencia y no de odio. No se debe caer en el error de creer que el mensaje reflexivo y que apela a lo intelectual puede desmontar el estereotipo de lo diferente. A nivel individual y con personas dispuestas a hacerlo, por supuesto que ello sucedería, pero a nivel masivo y con operadores dispuestos a destruir todo lo racional, no es posible. Sólo muy lentamente se conseguirá lo contrario y como tarea más general y de todos. De momento y puntualmente, sería estrellarse contra un muro. No hay otro camino que mostrar lo desconocido y restregar sin piedad por el rostro de los profetas del odio, las injusticias, el dolor, las torturas, la muerte y, pese a todo, la respuesta de convivencia. Recién cuando se venzan los miedos podrán venir los discursos más reflexivos.
Esto haría perder el temor, que es el principal ingrediente de un posible rechazo, pero, por cierto que no hará que lo diferente siga siendo diferente y, por lo tanto, molesto. De allí que continuará vigente el otro de los factores de riesgo. Con ese habrá que vérselas en forma continua,  porque ya no depende de la táctica de la campaña sino de factores más amplios. No me cabe duda que una sociedad en la que lo diferente resulte molesto por lo imprevisible y que, ante esta posibilidad, prefiera policizarse contra lo diferente, tiende a mantener a las personas en un anónimo campo de inautenticidad muy potencializador de la angustia, en que las elecciones no son tales, sino fracasos "manieristas" de tentativas de autenticidad, brazadas de quién cuanto más se mueve más se hunde en el pantano pero, como siempre, a la larga, la profundidad de la angustia mueve a la autenticidad. No hay suicidios continentales, aunque haya fenómenos masivos de retraimiento de la razón. Pero esta es una realidad que los desmanicomializados tendrán que enfrentar, simplemente porque "afuera" también pasan estas cosas y, precisamente porque pasan, ellos están dentro ahora, porque de ese modo los de afuera reafirman su propia imagen de racionalidad. Por eso es difícil abrir las puertas del manicomio, porque sus muros no garantizan a los de fuera que somos "sanos" y "normales" y, sobretodo, "racionales". Más necesitamos mirar esos muros cuando la mala conciencia nos dice que no lo somos tanto o nos crea la duda. Nunca mayor es el maniqueísmo que en el momento de la duda profunda y lacerante. Esto también debemos tenerlo en cuenta y la única táctica es apelar a la profundización de la duda de los de fuera, hasta generar la afirmación por negación: no podemos estar tan locos como para necesitar esos muros.
Publicado en Revista Desbordar. Nº1. Noviembre de 1990. Taller de periodismo – Frente Artistas del Borda. Original aquí

viernes, 19 de abril de 2013

Adelanto del Documental de La Masotta


Adelanto del documental producido por la Cátedra Libre Oscar Masotta (Facultad de Psicología, UNR), sobre la historia del Psicoanálisis en la ciudad de Rosario. 2013




Consejos al AT, de los lacanocookistas

Para quienes no los conocen, los lacanocookistas son unos creadores muy otros, de Rosario, que abordan con humor, es decir, muy en serio, el psicoanálisis, la política, la práctica del acompañamiento terapéutico. Compartimos estos consejos que dan, porque más allá de si peronistas o no peronistas, coincidimos en que ciertas acciones estaría mejor que como acompañantes no las reailcemos.
Más en lacanocookistas.blogspot.com


miércoles, 7 de abril de 2010


Consejos al At. Ser acompañado, lacaneano y peronista.

Habiendo sido acreditado por la Dra. Cura Pancina como acompañado granja del mes, el paciente Aníbal, de Santa Cruz (12 años) quiso compartir con el público lector algunas de sus opiniones acerca del dispositivo llamado acompañamiento terapéutico, previo a presentarlo en la próxima edición de Lacanoamericana.

Ser acompañado: lacaneano y peronista

Siempre y cuando el trabajo del AT dignifique al
acompañado y no se le adose algún ser con expectativas
extravagantes y anti peronistas, es decir parches
ortopedistas del medio pelo psicoanalítico.

Consejos al AT:

1) No llevar lo que no se tiene al que no lo
necesita. Es decir: no pretender sacar a “patear” a
quien se encuentra, hace ya años, adosado a su silla. No
utilizar significantes poco lacaneanos y de pobreza
lingüística como “finde”, “peli”, “compu” o
“mochi”. No formular preguntas estúpidas que
comprometan al acompañado, preguntas que apuntan a lo vital
cuando éste último se encuentra casi muerto en vida. No
inventar ecuaciones imbeciloides y sin sentido, como la que
equipara un día soleado con la ingesta de bizcochos y mate.
Para el acompañado, un día soleado puede significar un
ayuno autoimpuesto, o bien, por qué no, un desayuno
peronista de salamín con champán. No hacer intentos por
que el acompañado, sospechoso de alcoholismo incipiente,
suelte el porrón y agarre el mate a las once de la mañana;
con el porrón le basta y le sobra, y el mate acrecienta su
carácter de tipo nervioso. La mezcla de mate,
porrón y AT meterete puede ser letal. En síntesis y para
ir resumiendo, se trata de registrar (tanto en lo simbólico
como en lo imaginario y en lo real, o alguno de los tres si
no es mucho pedir) a la persona a quien se está
acompañando, así como sus hábitos, su mala fé en
general, y su pesimismo y disgusto de hallarse ante un ente
terapéutico (ET).

2) No contradecir al acompañado hasta no haber entrado en
confianza. O bien hacerlo para que éste no se piense que su
AT es un ser insípido y sin personalidad, y así entrar en
confianza aunque sea a las piñas.

3) Si el acompañado te dice que se siente bien y que vayas
yendo, anda buscando otro trabajo porque te acaban de
nominar.

4) Si el acompañado te cancela más de tres veces
sucesivas la situación es la misma.

5) Si vas a llegar tarde no avises sobre la hora. Será muy
lacaneano pero al acompañado le da por las bolas.

Adiós al manicomio

Compartimos una película que cuenta de la experiencia del cierre del manicomio en San Luis.


Les pedimos que si tienen documentales para compartir, nos lo manden para publicarlo.

jueves, 18 de abril de 2013

Espacio de taller

Hace tres años junto con otrxs compañerxs armamos un espacio de taller sobre desmanicomialización, política y psicoanálisis, en el que hacemos un recorrido por distintos textos, películas, conceptos. Partimos de la desmanicomialización, mejor dicho, de la desinstitucionalización, para hacer un recorrido por textos de: Basaglia, la antipsiquiatría inglesa, de lxs compañerxs que llevaron adelante y sostienen la reforma en salud mental en Brasil, por el psicoanálisis, por Davoine, Allouch, por testimonios de combatientes de Malvinas, poesía y demás. Mi intensión es intentar generar un espacio similar en el blog, donde podamos compartir nuestras experiencias, nuestras ideas, perspectivas, sobre el trabajo que es necesario realizar para terminar con la violencia de la objetivación a la que son sometidos tantos. ¿O se trata de otra cosa la desmanicomialización?
La palabra desmanicomialización es una creación argentina, nacida en la reforma de Río Negro, extendida con el cierre del manicomio de San Luis, por quienes respetamos ambas experiencias. Palabra valorada, reproducida y expandida en las distintas prácticas que muchos estamos llevando adelante. En los talleres nos encontramos unxs inquietxs por la política, que conversamos sobre las prácticas en salud mental, los discursos que existen, la lógica que sostienen, porque el discurso es la materialización de la lógica. En los talleres hacemos una critica a los autores que abordamos, al psicoanálisis, al que algunos valoramos, otros no, lo hacemos con Freud, Lacan y sus seguidores, con críticas que tomamos de Foucault, pero también le agregamos los descubrimientos de Zaffaroni, respecto al origen del poder del discurso psiquiátrico. Zaffaroni nos muestra cómo del encuentro entre el poder punitivo y el poder médico, nació el discurso psiquiátrico.Como señala nuestro Juez de la Corte Suprema, el discurso psiquiátrico responde a la lógica del poder punitivo antes que al poder médico. Porque son médicos les permiten ejercer el poder punitivo, decidir a quién hay que encerrar, porque tanto el discurso punitivo como el médico, es un discurso objetivante, lo que no implica decir que cualquier otro discurso objetivante podría haber ocupado el lugar de la medicina.
En los talleres nos encontramos los que no queremos encerrar a nadie, sino darles un lugar, pero no el lugar del encierro. Un espacio que promueve generar lugares donde combatir la violencia, porque existe y va a seguir existiendo, por eso hay que combatirla, pero con la que queremos terminar. Nos encontramos dispuestos a poner en cuestión nuestras prácticas, porque sin querer y con buenas intenciones se puede lastimar o hacer sentir mal a una persona, no deseando hacerlo.


El primer manotazo de los médicos: la patologización del crimen. En 1563 un médico de los Países Bajos, Johann Wier (o Weier o Weyer) (1515/6-1588) publicó en Basilea De Praestigüs Daemonum(Las tretas del demonio), libro que rápidamente corrió por Europa, en el que sostenía que las brujas eran enfermas melancólicas. También señalaba que algunas mujeres sufrían el efecto tardío de ciertas drogas, como la belladona (atropina), el opio y el hashish. De este modo sustraía a las brujas del poder delos inquisidores y las psiquiatrizaba. Por otra parte distinguía a las brukas –casos de enfermedad- de las envenenadoras, que eran auténticas criminales.
Esta obra es la primera tentativa de patologizar y medicalizar el crimen, o sea, de apoderarse de la cuestión criminal por parte de los médicos
(…)
Siempre el discurso inquisitorial tiende a ser puramente peligrosista.”[4]
“En síntesis: discurso de emergencia, medicalización y discurso crítico. Hemos visto, pues, que (a) el siglo XV se cierra con al consolidación de la estructura de un discurso criminológico de la emergencia que para combatir al enemigo –Satán- legitima un ejercicio ilimitado del poder punitivo con el pretexto de la necesidad de la defensa; (b) el siglo XVI asiste a la primera tentativa criminológica de medicalización del delito; y (c) el siglo XVII enuncia la estructura del discurso criminológico crítico del poder punitivo” [5]

[4] “La palabra de los muertos”. E. Raúl Zaffaroni. Pag. 37. Editorial EDIAR.
[5] “La palabra de los muertos”. E. Raúl Zaffaroni. Pag. 42. Editorial EDIAR.

Esto nos permite observar cómo el poder médico responde a la lógica punitiva. El primer manotazo médico agarrado por el poder punitivo. La medicina no se trata de andar diagnosticando los conflictos sociales, tampoco se trata de eso el acto terapéutico, como señaló Basaglia. Es preciso realizar análisis discursivos, porque los mismos nos permiten observar que una misma lógica puede habitar en distintos discursos. No se trata sólo de los discursos sino del tipo de lógica que los posibilitan, de la lógica del poder. No hay discurso machista sin lógica de la propiedad privada. De la lógica de la propiedad privada emergió el discurso machista. Distintos modos de la objetivación.

Propongo para comenzar el recorrido, arrancar con Basaglia.




"Si aceptamos dócilmente este cometido al aceptar nuestro papel, ¿no nos convertimos, también nosotros, en objeto de violencia de parte del poder que nos impone actuar en el sentido que éste determina? Nuestra acción presente, en este sentido, no puede ser más que una negación que, nacida de una subversión institucional y científica, nos conduce a rechazar todo acto terapéutico que pretenda resolver los conflictos sociales, que no pueden superarse por la sumisión ante lo que lo provoca."

"Si el primer estadio de esta acción subversiva puede ser emocional (dado que rehusamos negar al enfermo la humanidad), el segundo sólo podrá ser la toma de conciencia de su carácter político, puesto que cualquier acción relacionada con el paciente, sigue oscilando entre la aceptación pasiva y el rechazo de la violencia sobre la cual se basa nuestro sistema sociopolítico. El acto terapéutico se revela como un acto político de integración en la medida en que tiende a reabsorver, a un nivel regresivo, una crisis ya en curso; dicho de otro modo, haciendo aceptar mediante un retroceso lo que la ha provocado."

"Para que el asilo de alienados, después de la destrucción progresiva de sus estructuras alienantes, no se convierta en un irrisorio asilo de domésticos agradecidos, el único punto en el cual al parecer puede apoyarse, es precisamente la agresividad individual. Esta agresividad -que nosotros, los psiquiatras, buscamos para fundar en ella una relación auténtica con el paciente- permitirá instaurar una tensión recíproca, que actualmente puede servir para romper los lazos de autoridad y de paternalismo que han representado, hasta ahora, una causa de institucionalización"

"Y hemos hecho ya nuestra elección que nos obliga a mantenernos anclados al enfermo entendido como el resultado de una realidad que no se puede evitar poner en cuestión. Por ello nos limitamos a verificaciones y a superaciones continuas, interpretadas demasiado apresuradamente como signos de escepticismo o de incoherencia relacionados con nuestra acción. Sólo el examen atento de las contradicciones de nuestra realidad puede librarnos de caer en la ideología comunitaria, cuyos resultados esquemáticos y codificados sólo podrían ser destruidos por una nueva subversión"
Franco Basaglia. 
La institución de la violencia. En "La institución negada"


Comenzamos por Basaglia porque es reconocido y respetado por todos aquellos que rechazamos el manicomio. Entre las críticas que le hace  Basaglia al manicomio la principal es la violencia de la objetivación. "El trabajo de los profesionales intermediarios consistirá en mistificar la violencia a través de la técnica, de manera que el objeto de la violencia se adapte a la violencia de que es objeto", nos dice en "La institución negada", que les dejamos en el blog, en la sección libros recomendados, un link desde donde pueden descargarlo. Les recomendamos también lean "Los crímenes de la paz", en donde encontraran una entrevista que Basaglia le hace a Sartre, y un texto de Foucault, anterior al seminario "El poder psiquiátrico", donde ya no coincide con Basaglia en que el manicomio es otra de las proyecciones del Estado.

Basaglia nos promueve a hablar de nuestras prácticas, analizarlas.

El autor de "La institución negada" es un intelectual comunista, como podemos observar en el título que eligió, y como tal se sirve de la herramienta de la dialéctica para analizar las prácticas. También lo hace Lacan. También Foucault. Del mismo modo llegó Zaffaroni a construir "La palabra de los muertos. Conferencias de criminología cautelar", pero se trata de una cautelar distinta a la que está en boga.

La obra de Basaglia no es muy recorrida, es un autor al que no se lee mucho, del que se habla más de la experiencia que encabezó, que del modo en el que teorizó las bases de la misma. Es llamativo como es posible que en muchas facultades de psicología y medicina no sea parte de la bibliografía obligatoria. La difusión de su  nombre en Argentina, es mayormente oral que escrita, y generalmente es sobre la experiencia en Trieste y no sobre sus textos. Los que generalmente publican textos sobre Basaglia son las revistas de psicología que dialogan con el marxismo. Basaglia era un típico profesional marxista.  Su diálogo con el materialismo dialéctico, se observa en los títulos de sus obras, la más famosa: "La institución negada. Informe de un hospital psiquiátrico", publicada en 1968, sobre la experiencia de Gorizia. Ahí está su texto "La institución de la violencia", en el que plantea que la relación que se da entre médicos y enfermos, nunca deja de nombrar enfermos a los que habitan la locura, es una relación en la que se repite la opresión. El libro de Basaglia es contemporáneo a "La dialéctica de la liberación" editado por David Cooper en Inglaterra, que como el de Basaglia, es una recopilación de textos, en este caso, de las presentaciones que se hicieron en el congreso acerca de la dialéctica de la liberación que se hizo en Londres en julio de 1967, del que participaron LaingPaul GoodmanPaul Sweezy y Marcuse, entre otros. Los ingleses hablaban de antipsiquiatria, Basaglia de desinstitucionalización, Argentina de desmanicomialización. Considero que la acepción italiana es la propuesta correcta. En Brasil también se habla de desinstitucionalización. Recordemos que Basaglia viajó a Brasil en 1979 donde dictó sus "Conferencias brasileras", a quienes leen italiano aquí se los dejo, "Conferenze brasiliane" . En Argentina lo editó Topía gracias a la generosidad del inolvidable Raffaele Dovena, entrañable amigo y compañero, bajo el título "La condena de ser loco y pobre."
Los títulos "La intitución negada" y "La dialéctica de la liberación" dialogan, como Basaglia con esos autores, ya que fue a Inglaterra a formarse en la experiencia de la antipsiquiatría y a su regreso emprendió la propuesta de Gorizia. A diferencia de los ingleses, dejó por fuera al psicoanálisis como herramienta para pensar la experiencia. Es que Basaglia no problematizó ni la locura, ni la subjetividad, sino que analizó cuál era el lugar que la sociedad les daba a "los enfermos mentales" y el modo de relacionarse con ellos. Cuando recorremos los textos del italiano nos damos cuenta que nunca dejó de hablar de enfermos y de hablar para los médicos. En "La institución negada" es claro que cuando dice nosotros, se refiere a los psiquiatras. En el texto se observa rápidamente. En cambio Laing, Cooper, sí se preguntaron por la experiencia de la locura, también abrevaron en el marxismo y el materialismo dialéctico, pero pensaron la locura como un síntoma social. La locura dice algo que la sociedad quiere silenciar. En ambas obras, la inglesa y la italiana, se presenta a la autoridad como problema. El problema de una sociedad organizada jerárquicamente, en la que unos mandan y los otros obedecen. Y al que no cumple, castigo.

Basaglia considera el manicomio como una representación de la lucha de clases, un ejemplo más del aparato del Estado, de la institución de la violencia, como son según el autor, la familia, la prisión, la escuela. Repito, Basaglia considera a la familia una de las instituciones de la violencia. La del italiano es una posición anterior a la del Foucault del seminario "El poder psiquiátrico", en que ya no explica el manicomio del mismo modo que Basaglia, como proyección del Estado. Hay otro libro de Basaglia poco difundido, lo conseguí por internet, se llama "Los crímenes de la paz. Investigación sobre los intelectuales y los técnicos como servidores de la opresión". Otro título que nos recuerda a Engels y su "Historia de la clase obrera en Inglaterra" en el que tiene ese texto precioso que habla del homicidio "sin culpable." En ese libro Basaglia dialoga con Gramsci, entre otros. Podemos sospechar que por apuntarle a los profesionales desde el título es que no se difunde esa obra, que merece ser difundida. En esa compilación encontramos textos de Castel, Lourau, Goffman, de Foucault y una entrevista de Basaglia a Sartre. Una delicia. Basaglia es de los autores que no son bien recibidos por la academia psi argentina.

Posicionarse respecto a Basaglia implica la condición de posicionarse ideológicamente. Esto no es preciso, por ejemplo, con el psicoanálisis. Pero con Basaglia no puede pensarse de otro modo. La experiencia italiana no tenía como fin los tratamientos grupales, el disciplinamiento de cómo tienen que vivir los externados, la asamblea para que se escuche a todos. La asamblea, para el italiano, tenía una función de confrontación y comparación, promover una disputa política. Podríamos preguntarnos ¿Se puede seguir a Basaglia sin ser de izquierda, entendiendo por izquierda a los que se oponen a la opresión de los seres humanos? ¿Se puede decir "seguimos la experiencia de Basaglia" cuando no se ponen en cuestión los conflictos sociales, los lugares en ese conflicto?
Basaglia hace una categorización sobre los distintos tipos de realciones que puede establecer el médico con "el enfermo": "la relación de tipo aristocrático", "la relación de tipo mutualista" y "la relación institucional".
1) "La relación de tipo aristocrático, en el cual el paciente disponde de un poder contractual que oponer al poder técnico del médico. En tal caso, esta relación se mantiene en un plano de reciprocidad, al nivel de los respectivos roles, por el hecho de que se establece entre el rol del médico (alimentado por el mito del poder técnico) y el rol sociaol del enfermo, que por sí solo actúa como una garantía de control frente al acto terapéutico del cual es objeto. En la medida en que el enfermo libre convierte en fantasma al médico, en tanto que depositario de un poder técnico, juega el papel de depositario de otro poder: el poder económico, que el médico "fantasmagoriza" en él. (...)"
2) "La relación de tipo mutualista, donde se asiste a una reducción del poder técnico y a un aumento del poder arbitrario frente a un "asegurado" que no siempre tiene conciencia de su fuerza. En este caso la reciprocidad de la relación se ha esfumado, pero reaparece -de forma real- en el caso en que el paciente toma conciencia de su posición social y de sus derechos frente a una institución que debería tener por fin salvaguardar una y otros. Dicho de otro modo, la recirprocidad no existe, en el encuentro, más que si el paciente da pruebas de una madurez y de una conciencia de clase muy atenuadas, dado que el médico conserva a menudo la posibilidad de determinar a su gusto el tipo de relación, reservándose la posibilidad de entrar en el terreno del poder técnico en el caso en que su acción arbitraria fuese contestada."
3) "La relación institucional, donde aumenta vertiginósamente el poder puro del médico (no es preciso que sea necesariamente técnico), porque disminuye el poder del enfermo. Por el simple hecho de ser internado en un hospital psiquiátrico, éste se convierte -automáticamente- en un ciudadano sin derechos, abandonado a la arbitrariedad del médico y de los enfermeros, que pueden hacer de él lo que quieran, sin posibilidad de apelación. En la dimensión institucional la reciprocidad no existe y, por lo demás, esta ausencia no es en modo alguno disimulada.(...)"

Dejo acá, para abrir un espacio al intercambio.

martes, 16 de abril de 2013

La locura busca un lugar

Compartimos esta entrevista a Françoise Davoine y Jean Max Gaudilliere. Para quienes no los conocen, ambos son psicoanalistas, egresados de la facultad como sociólogos y trabajan desde hace muchos años la relación entre locura y trauma. Se formaron en el psicoanálisis con el grupo de Lacan, pero también tienen la formación de la línea de Sullivan en Estados Unidos y de los ingleses que impulsaron la antipsiquiatría.

Esta entrevista salió publicada en Página/12 el ocho, del ocho, del noveinta y ooooooocho

REPORTAJE A FRANÇOISE DAVOINE Y JEAN MAX GAUDILLIERE
"El loco busca, desesperado, a otro"
Dos psicoanalistas franceses que trabajan con adultos, en la línea de Françoise Dolto, hablan de su tarea con psicóticos: "La locura no es una enfermedad sino una búsqueda".
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El loco muestra lo que no puede decir. Lo muestra exagerándolo, y siempre busca a otro".
Por María Ester Gilio
t.gif (67 bytes)  --¿Qué es la locura para ustedes? ¿Es una enfermedad?
Françoise Davoine: La locura no es una enfermedad, es una búsqueda. Se busca saber lo que la historia oficial ha cortado de la verdadera historia. El loco va a enseñar, con medios extravagantes, que él o sus antepasados han sido testigos de esos hechos hoy ocultos. En la Edad Media se admitían dos aspectos de la locura. Uno, médico, trataba de resolver con drogas, operación a la cabeza, sueño, castigos y etcétera. Y otro, que atraía y apasionaba a los hombres, tiene que ver con lo que la locura enseña. En el siglo XVI la locura se representaba en los escenarios. De esa época es el Elogio de la locura, de Erasmo. Hoy la locura tiene todavía una dimensión teatral. El loco muestra lo que no puede decir. Lo muestra exagerándolo y busca desesperadamente a otro que reconozca la parte de verdad que hay en lo que muestra.

--¿Cómo hace el psicoanalista para contactarse con el paciente?
Jean Max Gaudilliere: Hay que plantear la pregunta al revés, preguntarse qué medios tiene el paciente de entrar en contacto con el psicoanalista. Porque el oficio de loco es el de entrar en contacto con alguien, no "los demás" en general, "con alguien", al menos uno, para comenzar el trabajo de poner la luz sobre la verdad, sobre la autenticidad. Esto es lo que busca el loco. Entrar en contacto. Sobre todo con el psicoanalista, para que éste sea alcanzado por la verdad que busca transmitir. Lo que él quiere es tocar al psicoanalista.

--Tocarlo ... ¿emocionarlo?
J.M.G.: Sí, emocionarlo, conmoverlo.

--¿Despertar su piedad?
J.M.G.: No, no, no, para nada. No quiere despertar su piedad, conmiseración, indignación o cualquier otro sentimiento en ese estilo. Lo que el paciente trata de hacer es tocar en el analista zonas sensibles, frágiles en la historia del analista. Porque solamente tocando esas zonas él podrá hacer trabajar sus propios traumatismos. Lo que él busca es comunicarse con alguien que haya tenido una historia similar.
F.D.: En Estados Unidos conocimos a una argentina, Beatriz Poster, directora de un hospital psiquiátrico en Austin, que hoy trabaja en Los Angeles. Ella es una de las mujeres más dotadas en el tratamiento de la esquizofrenia. La primera vez que nos vimos ella me dijo: "Françoise, ¿cómo trabajás con los pacientes psicóticos? Yo le dije: "Beatriz, yo hago esto desde que era chica".

--¿Cómo desde que era chica?
F.D.: Sí, desde que era una niña. "Yo también", me dijo ella. Así que ... los instrumentos están ya ahí, luego uno los mejora con el propio análisis y con los estudios de las teorías analíticas. Lacan, Bion, los anglosajones, etcétera.

--¿Es decir que usted siente que tenía, ya de niña, una especial competencia?
--Sí, una competencia que nació del contacto con traumas. En mi caso los traumas de mis padres. Yo nací durante la Segunda Guerra en una zona de fuerte resistencia. Se combatía en las montañas. Mi madre fue tomada prisionera por los alemanes cuando estaba embarazada de mí. Desde que nací oí hablar de la guerra. Cuando crecí y resolví ser psicoanalista no sabía que estaba activo algo que me empujaba a esa investigación. Lo curioso es que una de mis primeras preguntas frente a un paciente era: ¿Qué catástrofe ha atravesado su vida? Y fueron sus respuestas las que me obligaron a mirar en mi propia historia. La mayor parte de los psicoanalistas que se interesaron en la psicosis se formaron durante la guerra. Bion tenía 18 años en la guerra del '14 y fue psiquiatra militar durante la del '40. Winnicott era psicoanalista de niños en la Segunda Guerra.

--Me resulta difícil imaginar el diálogo con un paciente loco.
J.M.G.: No es difícil, porque una vez que el loco encontró la zona sensible del analista, entre los dos inventan el análisis. Y tenemos que responder como analistas a las preguntas del paciente, preguntas muy rigurosas, muy precisas y lúcidas, ya sea sobre el momento de la transferencia en que estamos, sobre los medios que tenemos para continuar, sobre la manera en que vamos a poder recordar y comunicar a otros lo que pasa en esa sesión.

F.D.: Me ha ocurrido llegar al hospital y que un paciente me mire a la cara y me diga: "Hay algo que no marcha hoy".

--El supo que usted no estaba bien.
F.D.: Lo supo. Otra mañana en que también me sentía mal, torpe, en que se me caían las cosas de las manos, una paciente se me acercó y dijo: "No sé qué me pasa, el sol no me calienta".

--Se refería a usted.
F.D.: Sí, se refería a sí misma para expresar algo que me pasaba a mí. Muy a menudo ésa es una segunda forma que en general inventan movidos por el temor de que el otro diga: "Usted se equivoca".

--Tienen la experiencia de no ser creídos.
F.D.: Saben que el mundo niega sus intuiciones. Entonces toman sobre sí lo que ven que le está pasando al terapeuta. Un delirio es una construcción necesaria. No hay otro medio de decir algunas cosas. Porque uno está solo, y de tanto hablarse termina por hacer construcciones enormes. A veces poéticas, de arte. Entonces yo le dije: "Escuche, no puedo decirle que yo creo, pero sí puedo decirle que confío totalmente en lo que dice". Decir "yo creo" sería una mentira, "tengo confianza" es la verdad. El delirio es algo precioso, es la vida de alguien y no podemos destruirlo.

J.M.G.: Sobre todo destruirlo con medicamentos. Hay medicamentos que destruyen el delirio, que impiden pensar.

Los olvidados de los olvidados

La compañera Jésica Rocío Poggi compartió con nosotros este video.