La brutal represión llevada adelante por el gobierno de la ciudad no
autónoma de Buenos Aires en el Borda, no debe hacernos perder de vista que la
represión en los manicomios continúa, como en toda institución cerrada, y que
lejos de hacer honor al nombre, el espacio cerrado por el macrismo era un
taller desprotegido. Los llamados “talleres protegidos” son espacios donde se
hace trabajar a los encerrados a cambio de un peculio y no de un salario, y en
las tareas que le son funcionales al gobierno de turno. Este es un claro
ejemplo de que la corporación sindical y profesional del Borda, lejos de pensar
a los internados como iguales, los piensan como distintos, deficitarios, en
menos, ya que si en dichos talleres los internos trabajan. ¿Por qué no tienen
los mismos derechos que cualquier trabajador?
Los internos de los manicomios, como los presos, reciben un peculio por
el trabajo que realizan, tal como establece la normativa vigente y como puede
leerse en la “Guía de procedimientos” elaborada por la Dirección de Salud
Mental de la ciudad. Entonces nos preguntamos ¿Cuál es la protección que
reciben por el trabajo que realizan? ¿Por qué las asociaciones sindicales, que
debería defender los derechos de los trabajadores, no piden que los internos,
que producen bienes que serán utilizados por el estado porteño, cobren un
salario? ¿O no es trabajar reparar el mobiliario de la ciudad y evitar que se
le pague a otro trabajador por realizar las mismas tareas? La Ley de Talleres
Protegidos Nº 995, de la C.noA.B.A, establece que las acciones que ahí se
realicen, “se dirigen a promover el desarrollo de capacidades útiles”,
y nos preguntamos útiles para quién, en función de lo que la misma normativa
establece en su artículo 3: “Ratificar e impulsar las condiciones de
organización y funcionamiento de talleres existentes y futuros vinculados a costurería, industrialización de la chapa,
herrería, carpintería, imprenta, bancos y máquinas, confección industrial y tejido a máquina, pintura, lustre,
tapicería, armado y expedición, electricidad, gas, reparaciones edilicias,
mecánica, termo electromecánica, entre otros.”
Que existan “talleres protegidos” en manicomios estatales, demuestra la
desprotección que padecen los internos, ya que si el Estado monta tremendas
estructuras, es porque ahí van a pasar mucho más tiempo del que correspondería
a una internación tras una crisis (no más de un mes) según lo establecido por
las distintas organizaciones internacionales de la salud. Encima de que los
encerrados están por pobres, y no por razones de salud, se los condena a un
peculio que les imposibilita la autonomía económica necesaria para subsistir
fuera del manicomio. Y de esto las corporaciones sindicales y profesionales,
nada dicen. Seguro las volveremos a ver manifestarse por la falta de gas, una
vez que entremos en el invierno o quizá nos sorprenden y hacen un paro para
pedir cumplimiento efectivo de la Ley 448 de Salud Mental porteña.
Es importante difundir la dificultad que encuentran para conseguir
trabajo quienes estuvieron internados en manicomios o se encuentran bajo
atención psiquiátrica, y la necesidad de militar para generar espacios donde puedan
realizar verdaderas tareas laborales, y así terminar de una vez por todas, con
la canallada de la laborterapia. Ya Alejandra Pizarnik nos habló de esto, en su
poema “Sala de Psicopatología” tras su paso por el Hospital Pirovano:
“cuando pienso en laborterapia me arrancaría los ojos en una casa en ruinas y
me los comería pensando en mis años de escritura continua,
15 o 20 horas escribiendo sin cesar, aguzada por el demonio de las analogías, tratando de configurar mi atroz materia verbal errante
15 o 20 horas escribiendo sin cesar, aguzada por el demonio de las analogías, tratando de configurar mi atroz materia verbal errante
(…)
finjo, pues, que logro mejorar, finjo creer a estos muchachos de
buena voluntad (¡oh, los buenos sentimientos!)(Subrayado mío) me podrán ayudar,
pero a veces - a menudo- los recontraputeo desde mis sombras ínteriores que estos mediquillitos jamás sabrán conocer (la profundidad, cuanto más profunda, más indecible)(…)”
buena voluntad (¡oh, los buenos sentimientos!)(Subrayado mío) me podrán ayudar,
pero a veces - a menudo- los recontraputeo desde mis sombras ínteriores que estos mediquillitos jamás sabrán conocer (la profundidad, cuanto más profunda, más indecible)(…)”