miércoles, 8 de mayo de 2013

Como visitar un zoológico

Traduzco un diálogo que compartió Salo de Carvalho, un valioso y querido compañero gaucho, de Porto Alegre, que traducí. Bien podría ser el ejemplo para los estudiantes que piden ir al manicomio:
- Profesor ¿Cuándo vamos a ir a visitar la cárcel?
- ¿Ustedes quieren ver presos?
- ¡Queremos!
- Hagan públicamente un acto moralmente vergonzoso, después enciérrense en el cuarto, pasadas algunas semanas, mírense en el espejo.
- Ah, profesor, pero así no vale, nosotros somos normales.
- Así es, ustedes son normales… Ahora entenderán por qué nunca los llevaría?
- ¡No!
- Porque las criaturas que se encuentran normales, portan miradas anormalizantes, y son justamente esas miradas que hacen que estar en la cárcel sea intrínsecamente diferente de estar encerrado en el cuarto.
- ¿El Señor está diciendo que nosotros iríamos para estigamtizar a los presos?
- No, yo apenas estoy diciendo que ustedes aprovecharían mejor su tiempo yendo al zoológico.
- Pero –ironizan ellos- nosotros no estudiamos Biología, sino Derecho.
- Pues cargan las mismas miradas que los biólogos delante de la colonia de bacterias… El día que construyan el mirar de la semejanza, podrán ir a voluntad, porque entonces la curiosidad de “ver presos” será substituida por la angustia del intercambio de miradas entre humanos. Y ahí, mis amigos, el bicho se les pega y nunca más van a conseguir dormir en paz, porque perderán la fantasía que separaba el “ellos” del “nosotros”. Es más o menos como a los 6 años, descubrí que Papá Noel siempre estuvo en casa, con nosotros, y que cualquiera puede llegar a serlo: inclusive yo o ustedes.
- ¡Entendí, Profe! Creo que el zoológico será más divertido…
- Con certeza!

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