viernes, 28 de junio de 2013

Se trata de leer: analizar y escribir




"El Freud que ese año se revela ante Sartre anuncia su "idiota de la familia"; la neurosis y la creación son aliados, y lo son porque la neurosis es ya una creación, aunque privada, privada de sentido para su autor, porque está escrita en un lenguaje cuya clave no poseé (¿y cómo sería posible abrir una caja cuya llave está en el interior?)"
J.B. Pontalis en Prefacio del libro "Freud", 
de Jean Paul Sartre, editorial Alianza tres, $30 en Avenida Corrientes.


Esta cita de Pontalis me parece que es una muestra de lo que un análisis se trata. La creación. La creación es una posible vía a la subversión subjetiva. Habló Freud de la novela neurótica y nos puso a pensar a varios sobre a qué se refería. Como señala Pontalís, el neurótico es el escritor de una novela que padece contar y que el mismo no cesa de escribir. Neuróticos nombró Freud a los personajes de su novela. La novela neurótica es la de Freud. Algunos lo supimos por Foucault, de la parreshía cómo práctica espiritual entre los griegos, donde ubica la genealogía del psicoanálisis. Una práctica que posibilita que un sujeto se relacione con su verdad. Cuánto me costó entender de qué se trata eso que decían de que "analizar no se trata de escuchar, sino de leer". Quienes nos analizamos sabemos que el encuentro con el inconsciente se produce cuando el sujeto comienza a leer, a decir, ups, mirá lo que estoy diciendo, a eso que decimos escuchó, lo que sucede es que uno lee. Y digo uno porque por mi práctica analítica se que soy uno entre tantos que les pasó. El análisis sorprende al sujeto. Hablamos en el día a día y nos estamos escuchando, qué dije, qué quiere decir, por qué, sabemos que eso acontece, los que se analizan y los que no, porque acá hasta los que nunca fueron al psicólogo te discuten de psicología. Y está bien que así sea. 
Escribir también se trata de leer. Contar lo que a uno le pasó no es hacer literatura, hacer una obra de arte con lo que a uno le sucedió, sí. Al contar en acciones, sin andar describiendo, genera faltas y esas faltas las rellena el lector con su fantasía. Para mostrar una heladera vacía no es necesario escribir una heladera vacía, alcanza con mostrar que un personaje llega de visita a casa de otro que requiere cuidado, abre la heladera, dice ya vuelvo, va hasta el supermercado de la otra cuadra y vuelve cargados de bolsas que vacía y guarda en la heladera y la heladera vacía aparece. ¿No se trata de un relleno el fantasma? Lamentablemente despegan tanto fantasma de fantasía que no cuentan que la fantasía está hecha de la matriz del fantasma. En la fantasías el sujeto narra desde el mismo lugar. ¿Desde qué lugar? Como señaló Freud el sujeto novela, anda rellenando vacíos que los cuenta como faltas, sabemos que el fantasma vela la falta, le da un sentido, ese sentido que se muestra en la novela que el sujeto cuenta, y Pontalis nos dice que "privada de sentido para su autor, porque está escrita en un lenguaje cuya clave no poseé (¿y cómo sería posible abrir una caja cuya llave está en el interior?)". La llave es la lectura. La caja se abre cuando el sujeto comienza a leer. Cuando encuentra que novela, se detiene en lo que leyó, no en lo que escribió, diciendo "uy lo que escuché". Ahí lee, no escucha. No hagamos la diferencia entre escuchar y oír, porque es demasiado fina, pero escuchar y leer son dos acciones diferentes. No se trata de distintos sentidos, no se lee con los ojos. Leer lo escrito no es escribir distinto. Analizarse se trata de leerse, escribir también. Hablar es contar, novelar, pero es escribir una novela o un cuento es otra cosa. La poesía no se hace solo con palabras, se puede construir imágenes también con la música. Admiro a quienes pueden hacerlo sin palabras.
Según Freud, Pontalis, Lacan, el psicoanálisis, de lo que se trata es de abrir una caja con una llave que no está, la lectura abre, posibilita otro modo de ver las cosas. ¿Desde dónde el sujeto cuenta la novela? ¿Desde donde el personaje cuenta la novela? Cuando descubre desde donde cuenta, recién ahí puede comenzar a contar, porque lee, porque ya no escribe desde los ojos del que le pasó, sino desde el personaje, es decir, mientra escribimos tomamos distancia para poder ver la escena, qué hace, no qué dice. 

Para escribir ficción hay que leerse, leer lo que uno escribe. No se trata sólo de leer. Hay que leer mucha literatura, yo que no he leído tanta, me doy cuenta que ahora lo preciso, para poder ver cómo otros autores construyen. Cómo hicieron para que pudiera ver la novela del otro en imágenes, construirme esa ficción en la cabeza. Hay que escribir, para leerse y en esa lectura encontrar lo que tenemos que escribir, cuál es la historia a contar, ahí se hace arte. La arcilla de un escritor es su escritura, de ahí la lectura de lo escrito aparece lo que hay que contar. Yo estoy en esa búsqueda. Para escribir hay que tener en claro eso de cada personaje. Respetarle la libertad a cada personaje. El ejercicio de la lectura que posibilita corrimientos subjetivos no es propia de los que se analizan. Pablo nos repite lo dicho por Abelardo Castillo "uno no corrige texto, corrige persona, se corrige". La escritura que busca crear ficción, es efecto de la lectura del escritor del lugar desde donde escribe, qué lugar ocupa en el discurso. El escritor que no cesa de leer encuentra su fantasma. Jean Allouch en su libro "Letra por letra" cuenta a través de la escritura Freud salió de la cocaína. ¿Freud no se psicoanalizó? 
Un análisis se trata de leer, pero de una lectura que propicie una mayor libertad al sujeto. Los psicoanálisis de lo imaginario, te dejan en el mismo lugar haciendo otra cosa, hasta quizá sin padecimiento. Se trata de que un sujeto se interrogue sobre su lugar en el discurso, no de qué le pasa en ese lugar, sino la posibilitad de otro lugar desde donde existir, es decir, habitar el tiempo en algún espacio. En los psicoanálisis del sentido no hay lugar para el riesgo. El acto es sin garantías, el sujeto arriesga. El ejercicio de la parreshía, esa práctica de los griegos, en el que un sujeto a partir del diálogo con otro se relacionaba con su verdad, y pagaba por ello a otro que ya hubiera hecho ese ejercicio espiritual, tenía como condición el riesgo, no se trataba de decir cualquier cosa, sino de un decir en el que diga se arriesgue.

jueves, 27 de junio de 2013

Un engraje de letras


Hace unos meses fui con una de mis sobrinas al Museo PROHIBIDO NO TOCAR. A quienes no fueron, es muy divertido, le permite a los pibes jugar y saber por qué sucede lo que sucede. Cuando llegamos a la parte de armar tu propia polea, levantar un peso corriendo el punto de apoyo, le saqué una foto al cartel que explica el proceso de engranaje. Quienes me conocen, saben que engrano. Quienes más me conocen saben que descubrimientos de este tipo, ponen mis engranajes a funcionar, y me agarra una voragine de pensamiento que me pone a analizar lo que acabo de leer, el mecanismo pensado en términos de lugares, los lugares que hacen posible el movimiento, el engranaje, la falta, porque hay un lugar vacío donde puede apuntalar, es que el engranaje se pone en movimiento. Engrano en la falta del otro, no por la falta del otro.
¿Por qué los psicoanalistas para dar cuenta de la eficacia del psicoanálisis no cuentan sus propios análisis en vez del de sus analizantes? ¿Eso solo lo cuentan entre analistas? ¿No se puede dar cuenta de la eficacia del psicoanálisis con el análisis propio? Antes de escuchar el cuestionamiento al positivismo, no había criticado los historiales clínicos, publiqué hace cinco años un texto en una revista de psicoanálisis, que duró poco tiempo, y se llamó Letrafonía, en el que hacía referencia a una sesión para dar cuenta de mi eficacia y de la eficacia de Davoine en lo que decía en su libro. La lectura de literatura, el contacto con otras culturas, me permitieron saber que el psicoanálisis no es el único que le presta atención al poder de las palabras. Eso es algo que Davoine señala. Volviendo a las prácticas médicas, las presentaciones de enfermos siempre me parecieron obscenas. ¿Qué es esto de darle el gusto a los que tienen ganas de ver padecer?
¿Por qué para dar cuenta del posicionamiento de un sujeto en el discurso y su relación con el lenguaje, algunos dan cuenta de su propia práctica analítica? Para dar prueba, es el discurso de la ciencia. Si hay algunos que hasta para mostrar que todo no saben, publican historias en que la persona se va y abandona el dispositivo, y ellos te cuentan por qué lo hizo, qué fue lo que dijo para que ello sucediera, saben hasta lo que el otro no le dijo. Pero estos temas son difíciles de hablar entre los psicoanalistas, porque les cuesta tomar posición. En los espacios de los psicoanalistas impera el no. Cualquier estudiante de psicología sabe lo que un psicoanalista no puede hacer, puede escribir una lista larguísima de cosas. Cuando le preguntás a la mayoría de los psicoanalistas qué tienen que hacer, te contestan caso por caso. Y si le preguntás si aún en el caso por caso saben qué tiene que hacer, te contestan, depende, de si es una neurosis o una psicosis, una histérica o un neurótico obsesivo. Están convencidos que se trata de saber, de que se trata de saber algo. ¿El analista está ahí para saber? El que está ahí para saber es analizante.

Como la mayoría de la poblacíon, los psi leen poco. El gusto por la cosa rápida que señaló Lacan, parece que persiste. La escuela que sea y te contestan lo que les preguntes sobre el discurso capitalista y la dialéctica del amo y el esclavo. La mayoría lee a Lacan y no a Marx, en la facultad nos daban Kojeve y no Hegel. Algunos creen que la dialéctica se trata de un ida y vuelta, pero te citan el reverso, la subversión, la dialéctica del sujeto. ¿Dónde habita el sujeto? Contestan los lacanianos juntos: en el lenguaje. ¿En el lenguaje? ¿Dónde? El entre no es en. Uno es un ser del lenguaje, no lo digo porque seamos en el lenguaje, sino que somos seres del lenguaje porque somos de él, nos tiene atrapados. Creo que somos donde dejamos el lenguaje, ahí podemos tener esas experiencias de plenitud, donde la letra no corta, uno puede hacer uno, un todo. El sujeto no es dijo Lacan y lo comparto. El arte, como otras experiencias, posibilita hacer uno. La obra es una. Esos tiempos de éxtasis, de plenitud, de completud, que no se pueden nombrar, que no hay palabras. ¿Suceden dentro del lenguaje? ¿Es la obra una inscripción inacabada de ese tiempo? La obra de arte es un recorte del momento.
Estoy leyendo una biografía de una persona que dice haber habitado la locura. Recomiendo lean "Viaje a través de la locura", de M. Barnes y J.Berkle, ahora estoy con "Diario de un esquizofrenico", título de médicos que le pusieron al libro de Gregory Stefan "In search of sanity", en busca de la cordura. Fíjense ya cómo el que perdió la cordura es un enfermo, en este caso, esquizofrénico. En unas jornadas de salud mental, escuché a un compañero sobreviviente de un manicomio, así se nombró, decir que lo peor de la locura es que te dejaba detenido. Y me pregunto ¿Dónde? ¿Fuera del lenguaje? ¿Una existencia fuera del lenguaje? Una existencia fuera del lenguaje no podemos negar, porque si la palabra medio dice, hay algo que deja afuera, que no podemos suponer que porque está afuera no existe. Considero que la locura es una necesidad lógica del lenguaje. En tanto la palabra no puedo nombrar todo, algo queda por fuera del lenguaje. Y siguiendo a Wittgenstein, lo que no se puede decir se muestra. ¿Será por ello que los bebés señalan? Wittgenstein, que por si alguno no sabe, escribió su Tractutus Logico-Philosophicus en la trincheras de la primera guerra mundial, que escribía mientras caían las bombas, habitó la locura. Wittegenstein escribió que la herramienta del lenguaje se puede romper, con lo imposible de nombrar. Un imposible que no es inhibición, no es represión, sino que no hay palabra que pueda nombrarlo. Y aunque no se lo nombre, ahí está. Ocupa un lugar, así no sea en el lenguaje. Y esa presencia, aunque no se la nombre, está presente, se transmite, el criado con lo innombrable puede criar con ello. ¿La guerra es un conflicto familiar? Lo que después se muestra en las familias, es parte de una historia que excede la historia familiar. Estoy convencido que los índices de violencia intrafamiliar que tiene España son los efectos de la guerra civil española. El enemigo interno no fue ni el anarquismo, ni el troskismo, ni el stanilismo, fue el hermano, el primo, el padre, el tío, el abuelo, madres enterrando hijos matados por el vecino, por un primo, por su hermano, madres enterrando hijos matados por sus propios hijos. España de eso todavía no habló.
Comparto lo dicho por Davoine en su libro "La locura Wittgenstein", en el que novela su práctica introduciendo a Wittgenstein como un personaje con el que dialoga, en el que dice que "uno no elige la boca con la que grita su dolor". Que a veces el analista puede ponerle nombre a eso que al otro le es imposible de nombrar. Una obra de arte también puede hacerlo. Hace poco escuchamos a un ex combatiente de Malvinas llamar por teléfono a una radio porteña, para agradecerle al ex cantante de Los Piojos, por una canción sobre Malvinas que había hecho. Para Davoine en la práctica con sujetos que viven traumas o la locura, se trata de hacer un psicoanálisis al revés, el objetivo es la represión, para que una vez que se inscriba, esto quiere decir, que el sujeto pueda comenzar a hablar de lo que pasó, la maquinaria comienza a funcionar nuevamente, esa palabra, significante, esa letra que se inscribe funciona como un engranaje que pone otra vez el tiempo en movimiento. Una vez inscrito, no retorna por la ventana, porque adentro tiene un lugar. No es lo mismo un síntoma. Lo no inscrito simbólicamente no puede ser reprimido.

"Aquel día estaba completamente seguro de encontrarme, finalmente, frente a la posibilidad de contarlo TODO, de golpe, sin interrupción.  Pero ¿Qué es TODO?; ¿qué fue TODO en aquellos dos meses de guerra? Y al fin de cuentas ¿qué puede hacer la palabra con TODO? : trazar límites, dejar fuera e incluir, conservar y perder, elegir, brillar a costa de infidelidades, callar cuando todo empieza, hablar cuando todo calla... Recuerdo a Barthés, que hace treinta años resumió tan hermosamente lo que tiene entre manos un escritor moderno si quiere reflejar la terrible diversidad de su mundo: "una lengua espléndida y muerta".(Daniel Terzano. 5000 Adioses a Puerto Argentino. pp.14-17 Ed. Galerna)"." 

miércoles, 26 de junio de 2013

Sin vergüenza


A partir de un interesante intercambio que mantuve con compañeros que realizan la maestría en la Universidad Federal de Río Grande del Sur (UFRGS), fui a buscar para compartir con ellos, por si alguno no lo había leído, el texto de Allouch “Avergonzados”, en el que realiza una precisa crítica a Lacan por una presentación de enfermos y a todos los que objetivan y se dicen psicoanalistas. Allouch, dijo “según mi experiencia es felizmente rarísimo, entre los lacanianos, hacer de un analizante, cuando se habla de éste públicamente (sí, se lo hace ¿pero con qué beneficio? o ¿en provecho de quién?), el objeto de mofa o de burla general. Es, sin embargo, lo que aconteció en esa poca afortunada presentación de enfermos que evocaba más arriba”. Luego de leer eso recordé lo que sucedió en un evento que organizó la Ecole, la escuela de Allouch, con Guy Le Gaufey en una librería de la avenida Corrientes. Compartían mesa  con el francés, distintos profesionales que se dedicaban a la investigación, con un discurso académico y cuando digo académico digo poco arriesgado. Bastante conserva. Y lo bastante conservadores de los que se dicen psicoanalistas se manifestó.
Eso que sucedió con el transexual al que se refiere Allouch, que utilizó Lacan para su presentación de enfermos, sucedió con los pobres marginales de la Argentina, en ese evento, se los puso en el mismo lugar, en el de objeto de mufa. Uno de los expositores para defender su posición, diferenciándose de una persona de derecha, comentó “¿Qué tengo que ir a una bailanta?”, lo que provocó la risa de los psicoanalistas lacanianos adherentes a la Ecole de Allouch. Disculpen que no recuerde precisamente la anécdota, lo importante es que alguien dijo “tengo que ir a una bailanta” y los demás se rieron. Sucedió exactamente lo mismo. Cuando finaliza la presentación, me acerqué a conversar con el panelista que la Ecole había invitado y había hecho tamaño comentario, lo interrogué sobre el lugar en el que estaba poniendo al otro, no lo hice en público porque padezco el lugar en el que me ponen cuando hago ese tipo de preguntas, y el joven militante por el respeto de la diferencia me respondió “yo fui una vez a una bailanta y me dijeron tilingo por los anteojos”, unos anteojos rectangulares de marco grueso y oscuro como los que uso yo, y ahí fue cuando dije, y sí, es un tilingo. ¿Por qué tilingo? Porque solo los llamados tilingos, sujetos de la clase media porteña solo dispuestos a relacionarse con la injusticia en sus inquietudes intelectuales, usan la palabra tilingo. Habiendo ido a bailantas, habiendo compartido mucho tiempo con personas que van a bailantas, jamás escuché entre los sectores populares la palabra tilingo. No le dirían tilingo, le dirían cheto, que es otra cosa.
Así como sabemos que se puede estar en un lugar de distintos modos, me pregunto si esos modos no aparecen cuando esos sujetos se posicionan en el lugar del analista. Otros que también se dicen psicoanalistas, con los que compartí instituciones psicoanalíticas, en todas las que estuve siempre hubo al menos uno, nombran a otros como “negros de mierda”. Ponen en ese lugar al otro. Entonces me pregunto. ¿Ponen en el lugar de analizante a un sujeto negro de mierda? ¿Ponen a un sujeto en el lugar de analizante? ¿Se ponen ellos en el lugar de analista? Los analistas que crean instituciones psicoanalíticas como canteras de analistas, de donde salgan verdaderos analistas, y putean por las que quieren cobrar la Asignación Universal por Hijo. ¿Cuándo escuchan a una persona interesada en cobrar la AUH, qué escuchan? ¿Un sujeto o un negro de mierda que tiene hijos para cobrar la AUH? Son cosas que me pregunto.

Porque habitamos la misma tierra analistas, analizantes. ¿Queda esa mirada al otro fuera del dispositivo analítico cuando se pone al otro en el lugar de analizante? 

Avergonzados. Jean Allouch


Avergonzados
Jean Allouch
Traducción: Graciela Graham
El  23 de noviembre de 2003, en París, la École Lacanienne de Psychanalyse (ELP) y la asociación Caritig (Centro de Ayuda, de Investigación y de Información sobre la Transexualidad y la Identidad de Género) propusieron, a los miembros de sus comunidades respectivas, una jornada centrada sobre dos cuestiones conexas: "¿Los psi son transfóbicos?" y "¿Lesbianas, gays, bi, trans el mismo combate?" Fue al menos en Francia, la primera vez que se juntaron psicoanalistas y  trans en una misma sala y en una misma tribuna. Hasta entonces los psicoanalistas hablaban de los transexuales (no haber tenido ninguna  clase de encuentro no les resultaba molesto para escribir a propósito de ellos); esta vez: hablaron con ellos. El debate fue abierto por la reciente traducción al francés de Sex Changes (Le mouvement transgenre, changer de sexe, París Epel, 2003) una de las numerosas obras de P. Califia, autor prolífico que escribió tres colecciones de nouvelles: Macho Sluts, No Mercy. Melting Point, firmado como Patricia Califia, tortillera (gouine) cuir.Luego, bajo el nombre de Pat Califia: Public Sexe, una serie de textos sobre el sexo radical, de Diesel Fuel, una colección de poesías y de Sensous Magic, un manual S/M para parejas aventureras y, en fin, bajo el nombre de Patrick Califia otro Sex Change. Es también autor de una colección de artículos titulados Speaking Sex to Power (se habrá captado que es un blanco muy accesible en Google).
Ahora bien los lacanianos, sin embargo, extensamente convocados ese día y siendo tan abiertos al otro -¿no
 es cierto?- (hasta el punto de admitir dos, sin dificultad) se distinguieron en la ocasión por una abstención caracterizada, que tenía todo el aire de un noli me tangere.
Por lo que a mí concierne, la pregunta se formulaba así "¿Tenía yo la legitimidad para presidir una de las dos sesiones?" Esa pregunta me venía de lejos, exactamente... de Argentina. En efecto mientras daba un seminario en Córdoba, uno de los participantes creyó poder darme en mano una fotocopia de Sex Changes. Concluí que yo era considerado susceptible, en razón de las palabras que había sostenido, de recibir ese regalo notable. Esa persona ha nacido con una malformación congénita médicamente designada como Síndrome de Rokitanski, sin cavidad vaginal y sin útero, pero con una vulva y con caracteres sexuales secundarios bien característicos. Siendo adolescente, su padre consultó a los médicos especialistas, que consultaron a su vez la opinión de una psi, que desde lo alto de su saber, zanjó: ella era una niña, y que se le sea dicho. Solamente que, he aquí que ella se sabía un muchacho -lo que fue seguido por una fuertemente dolorosa y reiterada cirugía-. Pregunta: ¿un psicoanalista está fundamentado para decretar cuál es el género (gender) de alguien? ¿De significar a alguien y a su entorno cuál es su posición en la erótica? ¿A jugar al experto? La respuesta es no y eso concierne a todos y a cada uno. Un psicoanálisis no identifica en un género, si él identifica así, no es un psicoanálisis. Dicho de otra manera: el objeto causa de deseo no se presta a ser representado.
Ese experto, lo preciso ahora, era lacaniano. Su toma de partido compromete a todos y cada uno de los pertenecientes a la misma comunidad. Testimonia que el psicoanálisis lacaniano no ha sabido sostener su lugar respecto del transexualismo. ¿Sostener su lugar? Eso quiere decir mantenerse radicalmente fuera de la medicina y fuera de la pastoral.

La obra de Patrick Califia pone las cosas a la orden del día y no deja de reseñar ciertos relatos donde los psi intervienen no menos intempestivamente que en el caso citado más arriba. Puede ser leída como una lista de horrores cometidos por los psi. El Dr. Harry Benjamin, del que diré más adelante a qué posición sirvió su coraje, a un herético como Lacan y que como él rozó la interdicción  de batallar contra los psi, y esto desde 1953 (Califia, ob. cit., p. 29), el año del "Discurso de Roma". Sin embargo durante medio siglo, no hemos visto acontecer nada, pero nada. Una tal ceguera vale como falta, pero una falta tanto más caracterizada del lado de los lacanianos que no cesan de hacerse gárgaras con la ética. A menudo se preguntan por qué Epel (Ediciones y Publicaciones de la École Lacanienne) publica en Francia a Leo Bersani, Vernon Rosario, Judith Butler, David Halperin, Lynda Hart, Mark Jordan, Jonathan Katz, Elisabeth Ladenson, Gayle Rubin, John Winkler; por qué la revista L 'Unbevue, toma las posiciones que se saben (o mejor dicho que no se saben). Respuesta: para que, al fin, el movimiento lacaniano cese de ser insensible a lo que le es contemporáneo en la erótica. El tiempo dirá qué parte de ilusión vehiculiza semejante apuesta.
Dejo aquí a aquellos que han sufrido los daños señalados de la pastoral lacaniana, la ambigua felicidad de caracterizar como "transfóbicos" a aquellos que han cometido esos daños. Es una provisoria alegría; es cierto, devolverle al mal entendedor su horripilante medicina, de alegremente imitar al pastor médico que él habrá sido. Es entonces ahora su turno de ser diagnosticado. Pero
 "transfóbico" ¿qué quiere decir? Para responder prolonguemos el gesto, metámonos en la teoría en lo que ella ofrece de más plano, ella viene a indicar que ese experto fóbico no está castrado. De la castración, los transexuales, ellos conocen... Tener que soportar senos, cuando se es un FtM (female to male), un pene cuando se es MtF (male to female) es estar imaginariamente castrado. "Imaginariamente" no quiere decir que no cuenta, ¿no es cierto?
El traductor al francés de Sex
 Changes es FtM. El azar ha querido que uno de nuestros encuentros haya tenido lugar justo después de la operación que lo liberaba de sus senos (estaba prevista luego una vaginoplastía). Entonces me saltó a la cara, en Patrick Ythier (se trata de él) ese día una felicidad tan radiante, que no me quedó más que darme cuenta de que jamás había visto tal cosa en ningún psicoanalista lacaniano. Yo tuve entonces una vergüenza, una vergüenza de Jacques-Marie Lacan, quien recibiendo a un transexual para su presentación de enfermos, tuvo palabras que no desearía reproducir, vergüenza de mí mismo por haber tornado tan tarde la posición que aquí digo, vergüenza del movimiento freudiano. No, yo no tenía la legitimidad para presidir la primera sesión de un coloquio que reunía trans y psicoanalistas, eso estaba claro.
David Halperin cuenta esta ocurrencia: luego de haber festejado alegremente la
 gay-pride, los gays se encuentran y se dicen: "Bueno, ya es suficiente, ahora, es el gran tiempo de volverse vergonzosos" Ha organizado recientemente, en Ann Arbar donde enseña, un importante coloquio sobre la gay shame de la que se espera su próxima publicación.
¿Pero qué ha pasado para que hayamos llegado los psicoanalistas allí, para que los psicoanalistas se encuentren en tan desastrosa posición? La frase decisiva de Harry Benjamin se encuentra en la página 53 de la obra de Pat Califia: "¿Si por caridad o en nombre del buen sentido, no podemos modificar la convicción (de que hay error sobre el sexo) para adaptarlo al cuerpo no deberíamos, en ciertas circunstancias, modificar el cuerpo para adaptarlo a la convicción?"
 Que yo sepa, nadie afirma que así se encuentren resueltas todas las cuestiones planteadas por los transgéneros. Pero tampoco nadie puede dudar de que la vía así abierta ha aportado a los trans un alivio, cuya medida exacta es dada a contrario, por el grado de encierro en el cual los psi los mantienen, sobretodo llamándolos psicóticos (y eso continúa).
Según mi experiencia es felizmente rarísimo, entre los lacanianos, hacer de un analizante, cuando se habla de éste públicamente (sí, se lo hace ¿pero con qué beneficio? o ¿en provecho de quién?), el objeto de mofa o de burla general. Es, sin embargo, lo que aconteció en esa poca afortunada presentación de enfermos que evocaba más arriba. Eso debería haber alertado. Alertado ¿sobre qué? Sobre el hecho de que es toda la empresa llamada "psicopatología" la que se encuentra de este modo recusada. Todo pasó como si Jacques-Marie Lacan hubiera olvidado su ternario, y gracias a ese olvido, salió de su bolsillo la vieja "realidad", la misma que su ternario recusaba. Y las cosas siguieron su curso. ¿No fue bello, en efecto? Freud, tratándose de psicosis, había hablado de “pérdida de realidad", y he aquí alguien en quien esa pérdida de realidad aparecía de la manera más patente, alguien que, digámoslo, no quiere saber nada de la realidad de su género tal como lo determina "necesariamente" su cuerpo propio. Tenemos regocijada el alma de Freud y nuestra teoría confirmada. Se deja de lado fácilmente que en otra parte, sin que incluso lo sepamos, gracias a Dios, se pagarán los platos rotos, se pagará el precio.
La psicopatología como la psiquiatría, se funda sobre "el poder que detenta la medicina de decidir el estado de la salud mental de un individuo" (1). Ya en 1954, en su introducción a la obra de Ludwing Binswanger, Le Revue de l'existence, Michel Foucault denunciaba la propensión de los psiquiatras a "considerar la enfermedad como un proceso objetivo y al enfermo como una cosa inerte donde se desarrolla el proceso" (2). Por poco que a la luz de esos señalamientos se relean los clásicos de esas dos disciplinas y también de un buen número de textos "psicoanalíticos" se revelará hasta qué punto (y en qué punto estratégico las opiniones sostenidas) el término "proceso" e incluso "desarrollo" hacen su aparición en forma reiterada. Esto llega a veces a convertirse en un verdadero tic de lenguaje. Es como si la discusión del problema del "proceso" tratado por Lacan en su tesis (3), como si el paso de costado que fue operado entonces con relación al proceso no hubiera producido prácticamente ninguna consecuencia. Ese paso al costado debía conducir a Lacan a Freud (donde florecía sin embargo el "proceso psíquico"). El proceso es una de las cuestiones gracias a las cuales alguien se permite saber qué es la salud mental de otro. Si el psicoanálisis tiene un interés, un alcance, una incidencia, en una palabra una especificidad, no puede ser otro que el de abstenerse radicalmente de ejercer ese poder sobre el que se fundan la psiquiatría y la psicopatología Al psicoanalista se le otorga un poder que no ejerce, salvo si abandona su función de psicoanalista.
Ahora bien "el transexualismo" (aquellos que están frontalmente concernidos prefieren hoy hablar de "transgénero" -transgender,transgenderism-) ofrece al psicoanalista una irrefutable prueba de su extravío en la psicopatología. Otro "prejuicio" de esta disciplina con la que los psicoanalistas flirtean, sin incluso saber por qué, es que a cada "estructura" clínica (como se las llama) corresponde una cierta configuración libidinal, una cierta manera de posicionarse de la libido de estos individuos, así categorizados. Eso será, entonces, verdadero para los neuróticos (se enseña, castración), para los perversos (se enseña, denegación), para los psicóticos (forclusión). Y los transexuales se alojarán, con algunos matices diferentes en el caso de los psicóticos. Todo está entonces de lo mejor y en el mejor de los mundos clasificatorios. Sin-embargo aparece una objeción, ¿cuál? Consiste en el hecho de que aquel que quiere atravesar la barrera de los géneros, construida culturalmente y convertirse en lo que él/ella es, a saber un hombre, una mujer, puede desearlo con una intención muy diferente que otro que sin embargo, emprende el mismo camino. Se puede querer cambiar de sexo para al fin poder asumirse como gay  (FtM), lesbiana (MtF), bi (FtM,MtF), hétero en el sentido de ser buen papá (FtM) o buena mamá (MtF). Se dice que esto ha sucedido. Dicho de otra manera, y en esto precisamente reside la objeción, en esto reside la lección que, saco de esta variedad, el cambio de sexo, tal como lo problematizan los trans, no tiene nada que ver con los emplazamientos de la libido. Por consecuencia se admitirá que el transexualismo no podrá ser en ninguna ocasión una categoría psicopatológica. Es de otra cosa que se trata. ¿De qué? Usemos la palabra: ontología, de una manera de abordar la pregunta "¿Quién soy?", o aun, según la última enseñanza de Foucault, "de tener cuidado de sí".
No puedo concluir mejor que dejándole la palabra a Pat Califia, en una de sus instructivas anécdotas, que él sabe relatar tan bien: "Romper los prejuicios es el trabajo de toda una vida. Recientemente tuve una experiencia muy instructiva. He descubierto que una de las damas que frecuentaba desde hace largo tiempo, era transgénero. Ese descubrimiento, me dio pena, pues me gusta creer que mi sistema 'radar' localiza bien tanto a los trans, como a los gays. Ella no tenía la intención de mentirme: pensaba que yo ya lo sabía. Dado todo lo que había hecho para informarme sobre la transexualidad, pensé que eso no haría ninguna diferencia. Pero me encontré sorprendida (en femenino, este relato es del tiempo en que Patrick era Patricia) al mirarla de forma diferente. De pronto sus manos me parecían demasiado grandes, su nariz rara, ¿y qué decir de la nuez de Adán? ¿No tenía una voz un poco grave para una mujer? ¿No era terriblemente autoritaria, exactamente como un hombre? ¡Y, mi Dios qué peludos eran sus antebrazos! Cuando me sorprendí pensando esto, reí aunque había un poco de tristeza en mi risa. La transfobia es muy difícil de erradicar. El género no es solamente un problema teórico o político. De todos los temas 'personales entonces políticos', este es el más personal de todos. El miedo a los transexuales está en cada uno directamente ligado al miedo a su 'yo' de sexo opuesto". 

 El siguiente artículo fue publicado en el Periódico Imago Agenda. Nº 93, septiembre 2005 Pág. 3, 4 y 17. 
(1)  Michel Foucault "Le monde est une grand asile", en Dits et Ecrits, Galimard, París,1994.
(2) París, Desclée de Brower, 1954. p 104. Ver también Dits et Ecrits. Debo alrecuerdo de esas dos referencias Jacques Lagranges, "Situación del curso" en Michel Foucault. El poder psiquiátrico, Curso en el Collage de France 1973-74, FCE, Buenos, Aires, 2004.
(3) Discusión que mantuve a mi turno en Marguerite, ou l'Aimée de Lacan, 2da edición, Epel, 2003.

Comentarios:
- J.Allouch hace referencia a la presentación de enfermos. Ver caso Corinne, 27 de febrero de 1976.
- En relación a este artículo, Allouch remarcó: “No necesito clasificar gente” (UBA conferencia del  26-10-05) Insistió, también, en que los analistas no leíamos a Michel Foucault, tal vez porque no estaba indicado. No obstante, sugería adentrarse en la lectura del autor, puntualmente, y en esta conferencia citada, nos reenvió a “El poder psiquiátrico”

jueves, 13 de junio de 2013

Doctorado en la UNLA


Doctorado Moreno

La comunicación que difundimos, sobre el valioso doctorado en salud mental en la Universidad Nacional de Lanús, otra de las tantas universidades nacionales que tienen niveles de excelencia del conurbano o interior del país, es una muestra de la necesidad de hacer gratuitas las mestrías y doctorados, para democratizar el acceso a la educación. Es injusto que quien no puede pagar, no tenga acceso a ponerse en contacto con la experiencia del doctorado en salud mental, que conducen Emiliano Galende y Alicia Stolkiner, espacio en el que se puede saber de la experiencia brasilera. Recuerdo en el I Encuentro Marplatense "Las personas con padecimiento psíquico en la comunidad (Salud, Justicia y Derechos Humanos)", que se llevó a cabo los días 15 y 16 de Agosto del 2008, con la coordinación general de la compañera y querida amiga María Graciela Iglesias, que tuvo la generosidad de invitarme a exponer en la misma mesa que los funcionarios, que mantuve una conversación con Emiliano Galende, respecto al doctorado o la maestría en salud mental en la UNLA, no recuerdo bien.
Hacía poco Página/12 había publicado una nota que le mandé sobre los Acompañantes Comunitarios en Salud Mental, la cual fue difundida a través de la Red Reforma Cabred, de la que formábamos parte con María Graciela, junto a otros compañeros; nota que tuve la fortuna de que llegara a Analice Palombini y me invitara a exponer en el Congreso de Acompañamiento Terapéutico que habían organizado en Porto Alegre, porque nuestros ACSM eran muy parecidos a los AT de Brasil, los cuales se diferencian sustancialmente de los AT argentinos. Quienes formábamos parte de la Reforma Cabred apoyábamos y acompañábamos el proceso de reforma del manicomio, la apertura del mismo, que se inició con la Dirección del Hospital de Leo Zavataro. Otro de los Directores del Hospital era Daniel Frenkel, valioso compañero, muy estudioso y prolijo él, sistematizo parte de la experiencia en un Plan Estratégico que hizo libro. El hijo de Daniel, Ramiro, era al que le pedía la cantidad de ciudadanos de Moreno internados en Open Door, para que desde el Municipio se buscara contactar a la familia, saber si la familia sabía dónde estaba la persona, si tenía dónde vivir. Esa decisión de la Dirección de Salud Mental fue muy importante, porque permite la articulación con profesionales del trabajo social, y sería buenísimo que hubiera más trabajadorxs sociales en salud mental. Si no recuerdo mal, la querida compañera Bibiana Vázquez también era Directora del Hospital, y aunque administrativamente no lo fuera, sabíamos que era parte de la dirección. Hacia donde el Cabred se conducía era en la misma dirección que Bibi. Fue también la mujer y compañera de Daniel. Bibi formó parte de la creación de lo que terminó siendo la Dirección de Salud Mental de Moreno. Roberto Gutman siempre se rodeo de mujeres muy inteligentes y respetuosas de la práctica analítica. Lo fue también la también querida y también extrañada Adriana Labruschini, de quien tanto hemos aprendido.

Durante esa gestión, de la que era parte Bibiana, que conocía muy bien el trabajo en atención primaria en el conurbano bonaerense, y particularmente en Moreno, se realiza un acuerdo entre el Hospital Cabred, famoso Open Door, por el sistema de puertas abiertas por el que se hizo famoso el manicomio, junto con los Municipios de Moreno y Morón. El acuerdo establecía la creación de casas para personas a externar del manicomio. Los efectos de ese acuerdo, fueron un aprendizaje extraordinario, por la cantidad de nuevas problemáticas que nos presentó en los municipios. Como en tantos otros municipios, hubo un momento en que el Municipio no ofrecía asistencia psiquiátrica, los vecinos de Moreno que precisaban atención psiquiátrica debía dirigirse al Hospital Provincial "Luciano y Mariano de la Vega". Como en cualquier hospital, después del mediodía no encontrás un médico de planta, había dos psiquiatras, uno decía atender sólo adultos el otro sólo niños, razón por la que la cola de turnos arrancaba a las cuatro de la mañana. Razón por la que el vecino de Moreno que había sido internado en Open Door, después de que le daban el alta, debía seguir el tratamiento medicamentoso por consultorios externos en Open Door, a 30km de Moreno, por lo que la mayoría lo abandonaba.
El acuerdo con Moreno y Morón implicaba que Open Door enviaba a los municipios psiquiatra con medicación, les parecerá a mucho lo más correcto, pero sabemos que es difícil conseguir lo correcto muchas veces, Open Door se comprometía a garantizar psiquiatra y medicación a los externados de Open Door. Todo externado es alguien que estuvo internado, independientemente del tiempo, aunque mayoritariamente utilizamos el término externados para quienes pasan excesivo tiempo en el manicomio. En la casa vivían cuatro compañeros, algunosestuvieron quince años internados, y se atendía además 120 personas que habían estado internadas en Open Door. Lo que el Municipio no podía hacer, era garantizar atención psiquiátrica solamente a 120 vecinos de Moreno, de los 500.000 que hay. Eso posibilitó que durante la gestión de Roberto Gutman al frente de la Dirección de Salud Mental, el Municipio de Moreno comenzó a comprar medicación psiquiátrica, a contratar psiquiatras.
Quienes trabajamos en salud mental sabemos que muchas veces la derivación de una persona a psiquiatría, se debe a la angustia que le genera al profesional. Por esta razón, conscientes de que la demanda a la dos psiquiatras que atendían era altísima, más las personas que iban directamente a pedir atención psiquiátrica, sin solicitar asistencia psicológica; de las conversaciones entre un grupo de compañeros, entre los que también estaba Roberto, surgió la idea de que las admisiones las realizaba un profesional de la psicología, lo que al final la Dirección implementó. Nadie recibía asistencia psiquiátrica antes de una entrevista psicológica. Y como sabíamos que algunos de nuestros compañeros, como todos nosotros, alguna vez se angustiaron con lo que escucharon, y por eso decidieron derivar, se implementó la misma metodología, una evaluación de la derivación. Cuando vimos que la derivación aumentaba, una compañera se encargaba de hacer una entrevista con la persona derivada y ella consideraba si estaba para atención psiquiátrica, si consideraba que no, lo conversaba con la colega. Las conversaciones que teníamos con Roberto, Martín Taramasco, Verónica Pontecorvo, Graciela Ocio, Silvia Vidal, Marcela Costa, Sabrina Grella, Adriana Lambruschini, en el Bar del Hospital, eran maravillosas, todos analistas pensando qué hacer con los problemas que la situación nueva planteaba, situaciones que ponían en cuestión la moral conservadora, y contamos con la posibilidad de crear respuestas con la comunidad, gracias al espacio que propició Gutman desde el inicio. Aprendimos mucho del trabajo de nuestras compañeras administrativas, de la importancia en la calidez del trato en la adherencia al tratamiento. Las reinternaciones de esos 120 pacientes bajaron a un 5%. Esos datos los obtuvimos a partir de una investigación que surgió de una conversación entre Feldman, psiquiatra de Moreno, y Martín Taramasco. Martín en el equipo de coordinación de los ACSM compartió la idea, le metimos para adelante, diseñando la herramienta de medición, y contamos con al colaboración de dos de los residentes, Pablo Parnes y Griselda Gallino. Después ellos presentarían la investigación en unas jornadas, la cual fue muy valorada.
Pero volviendo a la conversación que mantuve con Galende, allá en el 2008, sobre el doctorado o la maestría, no recuerdo bien, en salud mental comunitaria de la UNLA, sucedió de la siguiente manera: María Graciela Iglesias es una gran mujer, sensible, creativa, con una inteligencia excepcional, una militante muy valiosa, que su locura la llevó a invitarme a participar de esas jornadas. Compartimos un almuerzo, le pregunté si tenían beca para la maestría, me respondió que no, le pregunté el precio, en ese momento costaban 600 pesos de matrícula y 450 pesos por mes, a mi Moreno me pagaba 1400 pesos y pagaba un alquiler. Recuerdo que le pregunté cómo hacíamos los que sí laburábamos en salud mental comunitaria para poder cursarlo, porque era claro que a nosotros nos serviría. Espero que hoy haya becas para los que como yo, no lo pueden pagar.
----- Mensaje reenviado -----
De: difusión información <programaatencioncomunitaria@gmail.com>
Para: yagodinella@yahoo.com.ar
Enviado: miércoles, 12 de junio de 2013 21:03
Asunto: Fwd: Doctorado Internacional en Salud Mental Comunitaria


POR FAVOR DIFUNDIR


Universidad Nacional de Lanús


 


DOCTORADO INTERNACIONAL EN SALUD MENTAL COMUNITARIA


Director: Dr. Emiliano Galende


Inscripciones – 5ta Cohorte


Abiertas hasta el 30 de Junio de 2013






Objetivos


Los procesos de reforma de la atención psiquiátrica  en los países de América Latina, y la necesidad de  desarrollar  redes de servicios comunitarios de Salud Mental  capaces de asumir la atención de la enfermedad mental, la prevención y la promoción de la salud, han planteado la necesidad de la formación  de recursos profesionales acordes con los principios básicos de dicha reforma: el desarrollo de estudios epidemiológicos, la adquisición de capacidades para la planificación estratégica de servicios comunitarios, el diseño y la gestión de programas para la prevención y asistencia, el trabajo en equipos  interdisciplinarios, el desarrollo de practicas de cuidados que incorporen a la comunidad, las familias y los mismos usuarios en los procesos de atención.

La concreción de la reforma de la atención psiquiátrica y la creación, gestión y evaluación de  servicios comunitarios  como alternativa a la atención tradicional en los hospitales psiquiátricos, dependerá en gran parte de contar con investigaciones rigurosas y profesionales capacitados y comprometidos con tales objetivos. Concordante con estos objetivos se hace necesario desarrollar  en el mayor nivel académico la formación de docentes e investigadores en salud mental comunitaria que, además de la gestión técnica de programas y servicios, colaboren en las universidades para orientar los programas de las carreras de grado hacia estos nuevos criterios de atención de la salud mental





Requisitos de Ingreso


El Programa  esta dirigido a Licenciados en Psicología, Medicina, Enfermería, Trabajo Social, Psicopedagogía, Sociología, Abogacia y Antropología egresados de Universidades argentinas o extranjeras acreditadas, además de los egresados de las Universidades miembro de la Red MARISTAN con tres (3) años, como mínimo, desde el momento de egreso de la carrera de grado.  En todos los casos la Comisión de Doctorado evaluará los antecedentes del candidato y su propuesta de tema de Tesis doctoral, a fin de determinar si se ajustan a los objetivos del Programa.



Ø  Aranceles


Una matrícula de $1000 y 15 cuotas mensuales y consecutivas de $1000 cada una



Ø  Postulación y documentación a presentar para la admisión


1. Carta de intención dirigida al Director del Doctorado solicitando la admisión al Programa.

2. Currículum vitae actualizado.

3. Plan de Tesis, de acuerdo al Art. 6.2 del Reglamento de la Carrera. Más información en: www.unla.edu.ar

4.  Entrevista personal con el Director del Doctorado


Se adjunta Programa.


Informes e Inscripción: (54-11) 5533-5600 Interno: 5124

Tel. Directo: (54-11) 5533-5622




viernes, 7 de junio de 2013

“Yo espero y pienso que no tendrán miedo de denunciar”


Ayer asistí al “Congreso Internacional sobre tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes”, que organizó la Defensoría General de la Nación en la Biblioteca Nacional. Todos los oradores señalaban que los principales espacios donde aún perdura la tortura son las cárceles, las comisarías, los institutos de menores, y los manicomios. El congreso lo inauguró Estela de Carolotto, Presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Mientras la TV Pública le hacía una entrevista, aproveché también para entrevistarla y luego de que ella hizo referencia a los neuropsiquiátricos, le pregunté: 

Se acaba de reglamentar la Ley de Salud Mental y en su exposición planteó que los manicomios son lugares donde perdura la tortura, cuando deberían ser para la salud. ¿Qué mensaje les da a los profesionales que trabajan ahí, considerando que hasta el momento no hay denuncias de tortura, como establece la Ley de Salud Mental?

Estela de Carlotto: Yo espero y pienso que no tendrán miedo de denunciar porque estamos en democracia, hace treinta años que hemos recuperado la democracia en este país,  por lo que no tendrán temores. Pero hemos visto en los últimos tiempos, en los lugares de cobertura para estas personas privadas de su sentido común, que están como detenidas, que han sido golpeadas y vapuleadas, y nadie... no conozco que haya pasado algo profundo para que esto sea un mal ejemplo y que sirva para que nadie más lo haga. Un llamado de atención a estos profesionales -dice con voz de maestra enojada. Siempre dije como docente: que el docente si no ama a un niño, no puede ser docente. Un médico o un asistente, por la persona que está en un manicomio tiene que tener amor por esa persona, y saber que todo lo que haga no es conciencia de él sino propio de una enfermedad y cuidarlo. El médico hace juramento para eso, si no lo practican no sirve. Entre ellos mismos, si alguno acepta el maltrato, la denigración de estas personas, tendrían que denunciarlo los que piensan que eso está mal. No es ser un buchón, como se dice en la jerga, sino una buena persona.

La reforma de Justicia Legitima surge cuando un grupo de abogados decidió producir un quiebre entre la corporación de profesionales, porque consideran que los profesionales son parte del problema. ¿Considera que los profesionales de la salud deberían hacer una autocrítica sobre su desempeño y trazar la divisoria del respeto por los derechos humanos, y ponerse de un lado y del otro?


EdC: Sería muy bueno que también los médicos, los psicólogos, los profesionales, tomaron parte activa y presencia visible de su necesidad de reformar todo esto que contradice el derecho humano y la dignidad. Serían muy bienvenidos y muy felicitados por sectores mayoritarios de la sociedad.

lunes, 3 de junio de 2013

¿Qué es la desmanicomialización?

La falta de gas, la represión policial, son las únicas razones por las que el Borda se mete en la agenda pública, luego desaparece y otra vez se hace difícil encontrar un lugar donde hablar de las 21.000 personas internadas en manicomios públicos en la Argentina o de la cantidad que hay encerrados en clínicas privadas. La burocracia profesional y sindical lo único que responden cuando escuchan desmanicomialización es “los van a dejar tirados en la calle”, como si realmente les preocupara que a esas miles de personas no las dejen tiradas, cuando justamente el manicomio es el lugar de los tirados, los arrojados que este sistema, que no quiere escuchar ni ver lo que la locura tiene para mostrar.

Un poco de historia

Los procesos de cierre de manicomios comenzaron cuando se abrieron los campos de concentración y algunos se dieron cuenta que no eran tan distintos. En Italia, Franco Basaglia, un psiquiatra e intelectual marxista, impulsó el cierre de los manicomios ya que las consideraba “instituciones de la violencia”. Veía en el manicomio una proyección de la lucha de clases, donde los internados son los oprimidos, los profesionales los opresores, pero unos opresores también violentados, ya que ellos eran los destinados a “garantizar la seguridad de los terceros”. Para poder llevar adelante el proceso que hace más de 30 años sancionó una ley que posibilitó terminar con los manicomios,  Basaglia debió enfrentarse a las distintas corporaciones profesionales y sindicales que, aún hoy, prefieren el manicomio. Pasó a la historia una enfermera, afiliada al partido comunista italiano, que creó una cooperativa de limpieza con los internos y externados del manicomio, a quienes los hacían limpiar sin pagarles, mientras los trabajadores descansaban. Se presentaron a licitación, la ganaron,  y el partido comunista la expulsó, por haber dejado sin trabajo a los compañeros de limpieza. Un claro ejemplo de que a los que están internados no se los piensa como iguales.

La experiencia italiana fue el faro para la experiencia de cierre de manicomios que se llevó en las provincias de Río Negro y San Luis. Debemos remarcar que hay 8 provincias argentinas sin manicomios y a nadie se le ocurriría creer que ahí no habita la locura, lo que demuestra que se puede hacer con la locura sin encerrarla. Con la vuelta de la democracia en Brasil y la implementación del Sistema Único de Salud (SUS) se construyó el Movimiento Antimanicomial, uno de los movimientos sociales más importantes de nuestros hermanos brasileros, que en pos del respeto por la dignidad y los derechos humanos de las personas, dieron inicio a la reforma en salud mental que posibilitó el cierre de tantísimos manicomios y la creación de los CAPS (Centros de Atención PsicoSocial), desde donde se brinda atención, pero desde la perspectiva de la Atención Primaria de la Salud: accesibilidad y cercanía al domicilio. Sobre el principio de la cercanía fundamentó la Corte Suprema de Justicia el falló que ordenó la externación de una persona internada a kilómetros de su domicilio. Pensemos que Open Door, manicomio de hombres, está pasando Luján, que el Estévez, para mujeres, está en Temperley, así que: varones de Temperley y toda la provincia al oeste, mujeres de Open Door y toda la provincia, al sur. Una verdadera locura.

En la Argentina se llevan adelante distintas experiencias desmanicomializadoras desde distintos municipios y provincias. No se trata sólo de externar a los internados, sino de no agrandar la nomina de encerrados, por eso es tan importante que haya camas de internación para salud mental en los hospitales generales, a lo que las corporaciones profesionales se oponen, con argumentos de lo más estúpidos, como el que dio Jorge Gilardi (Presidente de la Asociación Médicos Municipales) que "no se puede internar pacientes psiquiátricos en un piso alto, por el riesgo de suicidio".  En defensa del manicomio se esgrime el argumento “si cierran el manicomio no tendrán dónde vivir”, razón por la que encierran en manicomios a muchas personas que viven en la calle, medicalizando un conflicto social. Si el médico considera que la persona no tiene donde vivir lo tiene que derivar a Desarrollo Social del Ejecutivo del que dependa, y no internarlo. Saben bien de esto la cantidad de chicos encerrados en el Tobar García, el manicomio para niños de la ciudad no autónoma de Buenos Aires. Somos uno de los pocos países en el mundo con manicomio para niños.
El fundamento de que el cierre de los manicomios implica dejar a las personas en la calle, las corporaciones profesionales y sindicales, lo toman de la experiencia en Estados Unidos, donde Reagan promovió el cierre de los manicomios, como excusa para cerrar hospitales públicos y bajar gastos. Promover la desmanicomialización no es buscar el cierre de hospitales públicos, sino terminar con las prácticas de encierro. Los que encierran difunden el fantasma del cierre, del atentado a la salud pública. El encierro en un manicomio no solo atenta a la salud, sino a los derechos humanos básicos. No se trata de negar la necesidad de internaciones, sino de que las mismas no se realicen en manicomios, donde las personas son objetivadas, vejadas, privadas del derecho a la sexualidad, a la privacidad, a la información, el derecho a la dignidad. En Estados Unidos se los dejó en la calle, por el modelo de Estado gendarme Reagan: 30% adentro y 70% afuera a fuerza de represión.

La reforma antimanicomial, desintitucionalizadora, desmanicomializadora, sólo conseguirá el cierre de los manicomios cuando se confronte a la corporación profesional y sindical, del mismo modo en el que se conquistará  la reforma judicial, el mismo modo en el que se llevó adelante en Italia, Brasil, Río Negro o San Luis. Para ello es preciso que dejemos de pensar el problema de los manicomios desde la salud, porque justamente esos lugares son la apropiación del conflicto social por parte del discurso médico. Las corporaciones sindicales y profesionales, por su corporativismo, es que representan a tan pocos. Somos muchos más los profesionales que no formamos parte de esos espacios que los que sí. Pero con los profesionales no alcanza, porque somos muy poquitos. Se trata de construir un Movimiento Nacional por los Derechos Humanos en Salud Mental y para eso es fundamental que los objetivados, los silenciados, los invisibilizados, se sumen a la lucha.

Si el Estado no cuenta con un colectivo organizado dispuesto a confrontar con las corporaciones, si nosotros profesionales, no estamos dispuestos a sumar al otro como uno más, a hacer partícipe a los internos, a los que asisten a los servicios de salud, familiares, profesionales, a todos los que queremos terminar con cualquier tipo de violación a los derechos humanos, la haga quien la haga y en lugar que sea, y nos organizamos donde cada voto vale un voto, donde cada mano que se levanta vale una, no lo vamos a poder conseguir. Es necesario que convoquemos a la militancia a los más perjudicados por el manicomio: todos los que están bajo ese techo, pero principalmente, a los que no tienen otro lugar donde estar. Por eso se trata de construir otros lugares, no como dicen algunos que “en el manicomio tienen un lugar”. Somos muchos profesionales y muy pocos sobrevivientes del manicomio.

Floreal Ferrara, un irreverente de la salud pública argentina

http://www.saludyderechos.org.ar/2013/03/floreal-ferrara-un-irreverente-de-la.html

Salud y Derechos inaugura su flamante sección Sanitaristas argentinos con el perfil de un auténtico referente de la materia y creador del Sistema de Atención Ambulatoria y Domiciliario de la Salud.

Por Claudio Bloch (*)

En un país donde Salud Pública significa “hospitales”, una de las experiencias más cortas pero con mayor trascendencia simbólica fue la que llevó a cabo Floreal Ferrara desde fines de 1987 hasta abril de 1988 en la provincia de Buenos Aires cuestionando esa máxima.

Esa experiencia se conoció con el nombre de ATAMDOS, que significaba “Atención Ambulatoria y Domiciliaria de la Salud”, y comprendía en su concepción toda la atención de la salud. Partía del primer nivel y se integraba con el hospital de la zona. 

La matriz de esa concepción puede extraerse de los siguientes párrafos de una intervención pública realizada por Ferrara en 1985 donde argumentaba:

«No hay revolución asistencial, ni tampoco solución integral por el perfeccionamiento del sistema sanitario, o triunfo sobre la enfermedad por la optimización de la asistencia médica. Todas estas terapias apuntan a un enemigo que no existe o cuando mucho, a una sola y pequeña parte del enemigo. Esa no es la batalla fundamental. En realidad el enemigo está más allá, es más grande, mucho más abarcativo y por ende más complejo, más difícil, mucho más enemigo. Se agranda así y se complejiza claramente la realidad problemática a la que es necesario enfrentar. Esta ampliación del objeto, este desaforado crecimiento del enemigo nos hace comprender, tomar clara conciencia de las razones de tantos fracasos, del porqué de tanta muerte y enfermedad, postración y malestar. El punto céntrico se ha trasladado del microbio a la sociedad; de la modificación patológica del mecanismo celular al entendimiento de las fuerzas y relaciones sociales; de las alteraciones íntimas del protoplasma, núcleos, cromosomas, membranas, a las relaciones de producción. Este es el cambio, rechazar el fetichismo del síntoma, de la enfermedad, para comprender la causalidad estructural que lo genera (...). Por eso hoy la medicina y su práctica en la Atención de la Salud, en la Epidemiología resulta una ciencia socio-política, enraizada en la historia del hombre y sus grupos sociales, abarcando el análisis concreto de las relaciones de producción que determinan las situaciones sociales, políticas, económicas, jurídicas, religiosas, culturales, que atentan o deterioran las posibilidades del bienestar de la población». 

En mayo de 2008, cuando la doctora Alicia Gillone -reconocida médica sanitarista- expuso en una ponencia pública sobre “La Salud como Derecho” citó la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y ciertos hitos que se desprendieron posteriormente de ella, como el Pacto de los Derechos Económicos Sociales y Culturales, como aportes a la práctica efectiva del Derecho a la Salud. Mencionó que para que éste se efectivice el Estado debe garantizar las condiciones de:

a)  Disponibilidad: referida al número suficiente de establecimientos y servicios públicos de salud, programas,recursos humanos, así como a los medicamentos esenciales definidos en el Programa de Acción de la Organización Mundial de la Salud (OMS);
b)  Accesibilidad, a partir de cuatro dimensiones: la no discriminación, la accesibilidad física, la económica y el acceso a la información;
c)  Aceptabilidad: los establecimientos bienes y servicios de salud deben ser respetuosos de la ética medica y la confidencialidad, ser culturalmente apropiados y sensibles a los requisitos del género y el ciclo de vida y mejorar el estado de salud de las personas; y
d)  Calidad: los establecimientos bienes y servicios de salud deben ser apropiados desde el punto de vista científico y médico.

Sosteniendo esa línea, incorporaba algunos conceptos que se jerarquizaron en la histórica Declaración de Alma Ata, como que la salud debe ser pensada teniendo en cuenta cada lugar, cada comunidad, que la atención preventiva y curativa de la salud de las personas y de las familias debe estar acompañada de procesos participativos de la gente y de equipos interdisciplinarios que simétricamente aporten sus conocimientos y prácticas, y que tienda  a cubrir prioritariamente a los grupos más vulnerables.

Gillone tomó la experiencia que en los años ´80 produjo el ATAMDOS como ejemplo de que se pueden llevar a cabo esos enunciados.

Este programa venía a fortalecer la lucha por el Derecho a la Salud ya que tenía toda las cualidades de un programa integral de Atención Primaria, y como política blica impulsó y desarrolló en la provincia de Buenos Aires centros de atención de salud con equiposinterdisciplinarios básicos (médico/a, enfermero/a, trabajador/a social, odontólogo/a y psicólogo/a) de dedicación exclusiva, muy bien remunerados y con capacitación y actualización médica permanente, que tenían la responsabilidad de cuidar la salud de 300 familias correspondientes a cada territorio. Sólo derivaban los casos que por complejidad mayor no podían resolverse en esos primeros niveles de la atención.

Ferrara explicaba que el ATAMDOS intentaba producir una segunda revolución en salud. La primera obviamente se encarnó en el ministro Ramón Carrillo y estuvo centrada en los hospitales. El dato notable es que desde 1947 hasta 1954, cuando finalizó su gestión, se duplicó la capacidad instalada de 65 mil camas a 130 mil. Casi cuatro décadas después del movimiento de Carrillo, Ferrara sostenía que:

«El país no debe construir más hospitales, los tiene que mantener, acondicionar, cuidar, pero ahora la revolución es la de la atención médica ambulatoria».

Con esa línea de pensamiento se explayaba Ferrara para explicar las líneas centrales de esta nueva mirada en la provincia de Buenos Aires:

«Se comenzó por entender que había que cambiar la atención de hospitalaria a ambulatoria y domiciliaria. Lo segundo fue darnos cuenta de que no era problema sólo de un médico, sino de un equipo. Y ese equipo estaba constituido por un médico, una trabajadora social, una enfermera y una psicóloga, junto con un odontólogo cada dos grupos y un administrativo. Ese grupo era responsable de mil familias, que asignábamos de acuerdo con la accesibilidad geográfica. Eso produjo una revolución fenomenal, porque además les dimos el gobierno de ese instrumento a las familias que tenían bajo su cuidado. Se reunían, hacían asambleas, nombraban el concejo de administración. Les dábamos el dinero a ellos, y nunca faltó un peso, nada».

El desarrollo del programa ATAMDOS, si bien incipiente, generó tensiones con los hospitales. Los profesionales que trabajan allí sentían que se podían quedar sin pacientes. Y en ese sentido, Ferrara explicaba que los hospitales no tenían por qué estar repletos de gente, ya que su función reside en la mediana y alta complejidad, en la internación, en la especialización.

En el corto lapso que tuvo vigencia el ATAMDOS se instalaron 150 equipos, la mayor parte de ellos con alta participación popular. El plan inicial era llegar a los mil ATAMDOS, con equipos (600 personas entre médicos, psicólogos, enfermeras y trabajadores sociales) que ganaban un salario muy parecido al que tenía Floreal Ferrara como ministro. La demostración de que era necesaria la instalación de equipos en lugares donde la población no tenía acceso a un primer nivel de atención quedó evidenciada en que, por ejemplo, algunos ATAMDOS realizaban 150 consultas diarias, desde las diez de la mañana y hasta cerca de las diez de la noche. 

Uno de los temas centrales en el Derecho a la Salud es el acceso real a medicamentos. Cuestión no menor, ya que uno de los mitos urbanos circulantes dentro del campo de la salud pública es que una de las razones de la caída de gobierno de Arturo Illia se debió a la derrota sufrida por su ministro de Salud Arturo Oñativia frente al poder de las empresas farmacéuticas. Floreal y su grupo tenían claro que aumentar la accesibilidad a los servicios de salud no podía prescindir de una política de medicamentos. Y así lo expresó:

«El tema de los medicamentos fue implementado en dos etapas. La primera fue la elaboración de un vademécum, un formulario terapéutico para los hospitales bonaerenses. Y la segunda fue habilitar a los hospitales que tenían farmacias para producir medicamentos a partir de la compra de las drogas básicas por el Estado. Pudimos hacerlo nada más que en dos o tres hospitales y después nos caímos. Pero nos dimos cuenta de que estábamos produciendo medicamentos de altísima calidad a muy bajos precios. Los laboratorios empezaron a pegar duro».

El doctor Floreal Ferrara (1924-2010), que lideró la experiencia del ATAMDOS como ministro de Salud del entonces gobernador Antonio Cafiero, ya había ejercido esa función durante el breve lapso del gobierno de Oscar Bidegain en 1973. Si bien Floreal se transformó en un sanitarista de alcance nacional, fue en la provincia de Buenos Aires donde se dieron sus mayores logros. Nació en Punta Alta, hijo de un anarquista y dirigente sindical yugoslavo y una madre española; estudió Medicina en La Plata, universidad de la que fue docente durante casi 20 años hasta que en 1975 la Triple A lo obligó a dejarla. También en esa provincia fue donde ejerció su extensa actividad asistencial trabajando en villas y barrios carenciados cercanos a La Plata. De hecho, vivió y tuvo su consultorio en un zona rural próxima a esa ciudad, llamada La Granja desde fines de 1949, hasta que en 1976 debió migrar a la Ciudad de Buenos Aires para protegerse de la persecución del gobierno militar.

Sus aportes al pensamiento sanitario nacional no sólo se dieron por su experiencia como docente y funcionario publico, sino además por sus aportes teóricos expresados en los múltiples libros que escribió, entre ellos Alcoholismo en América latina (1960), Desarrollo y bienestar argentino (1966), Teoría social y salud (1985), Teoría política y salud (1994), Teoría de la corrupción y salud (1997) yTeoría de la verdad y salud (2004).

Si algo sobresale en el recuerdo de Floreal son sus discursos y sus conversaciones, que destilan pasión, conceptos y anécdotas. Así lo recuerda Aldo Neri: “Floreal –el Rengo Ferrara– era un entusiasta, no sabía ni quería tomar las cosas a medias, quería insuflarles pasión. Y así actuó como hombre político, como funcionario, como profesor universitario, como orador en incontables tribunas. Acertaba o se equivocaba, como todos nosotros, pero siempre sin dobleces, motorizado por la convicción que sentía. Era hombre de izquierda, yo lo conocí ubicado como peronista de izquierda, dentro de la amplia gama del movimiento. Orientó su energía hacia la Salud Pública, integrante de las disciplinas sociales; y es difícil  imaginar  un  sanitarista  conservador,  aunque  muchos  puedan  acabar  domesticados  por  la realidad. No era el caso de Floreal”.

A Ferrara le gustaba contar anécdotas sobre las conversaciones que había mantenido con Ramón Carrillo. Una de ellas era sobre las diferencias que tenía con Eva Perón: “Decía que Eva estaba totalmente convencida de que los hospitales debían ser del pueblo y, por lo tanto, debían gobernarlos el pueblo. Y Carrillo se enojaba, decía que no estaba de acuerdo, que los hospitales eran responsabilidad del Estado y que debía gobernarlos el Estado. Se acaloraba y me apuraba preguntándome ¿usted qué piensa?. Y yo le respondía que igual que Eva. ¿No ve? Son todos revolucionarios, me decía».

Floreal Ferrara tenía una forma de pensar y decir que lo hacía querible y que, coincidiendo o no, siempre obligaba a reflexionar sobre los conceptos que vertía:

«La salud es la solución del conflicto. No tiene nada que ver con esa definición como completo estado de bienestar físico mental y social que utilizábamos en aquellas épocas, surgida de los organismos internacionales de salud. Nuestra definición de salud es que el hombre y la mujer que resuelven conflictos están sanos. La salud es la lucha por resolver un conflicto antagónico que quiere evitar que alcancemos el óptimo vital para vivir en la construcción de nuestra felicidad. Y por otro lado, estoy convencido de que siempre que uno hable  de  salud,  no  hay  perspectiva  de  otra  salud  que  aquella  que  construye  el  Estado.  No  hay perspectiva de creer en la salud privada. La salud privada es un negociomercantil para los ricos que la pueden pagar».

(*) Especialista en Epidemiología (ENSP, Río de Janeiro, 1989). Maestro en Ciencias Sociales con mención en Sociedad y Servicios de Salud (FLACSO, Argentina, 1998). Ex Director Nacional de Sida y ETS (2008-2011). Ex Director Coordinación Sida GCBA (2000-2007). Jefe de Oficina del Área de Derecho a la Salud de la Defensoría.

Nota del autor: Las citas del doctor Ferrara que figuran en este artículo pueden leerse en las notas publicadas por el diario Página/12 el 1 de marzo de 2001 y el 19 de abril de 2010. Foto: Página/12. Para conocer más sobre los fundamentos, objetivos y organización del ATAMDOS, descargá Sistema de Atención Ambulatoria y Domiciliaria de la Salud, una publicación del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires.