lunes, 3 de junio de 2013

¿Qué es la desmanicomialización?

La falta de gas, la represión policial, son las únicas razones por las que el Borda se mete en la agenda pública, luego desaparece y otra vez se hace difícil encontrar un lugar donde hablar de las 21.000 personas internadas en manicomios públicos en la Argentina o de la cantidad que hay encerrados en clínicas privadas. La burocracia profesional y sindical lo único que responden cuando escuchan desmanicomialización es “los van a dejar tirados en la calle”, como si realmente les preocupara que a esas miles de personas no las dejen tiradas, cuando justamente el manicomio es el lugar de los tirados, los arrojados que este sistema, que no quiere escuchar ni ver lo que la locura tiene para mostrar.

Un poco de historia

Los procesos de cierre de manicomios comenzaron cuando se abrieron los campos de concentración y algunos se dieron cuenta que no eran tan distintos. En Italia, Franco Basaglia, un psiquiatra e intelectual marxista, impulsó el cierre de los manicomios ya que las consideraba “instituciones de la violencia”. Veía en el manicomio una proyección de la lucha de clases, donde los internados son los oprimidos, los profesionales los opresores, pero unos opresores también violentados, ya que ellos eran los destinados a “garantizar la seguridad de los terceros”. Para poder llevar adelante el proceso que hace más de 30 años sancionó una ley que posibilitó terminar con los manicomios,  Basaglia debió enfrentarse a las distintas corporaciones profesionales y sindicales que, aún hoy, prefieren el manicomio. Pasó a la historia una enfermera, afiliada al partido comunista italiano, que creó una cooperativa de limpieza con los internos y externados del manicomio, a quienes los hacían limpiar sin pagarles, mientras los trabajadores descansaban. Se presentaron a licitación, la ganaron,  y el partido comunista la expulsó, por haber dejado sin trabajo a los compañeros de limpieza. Un claro ejemplo de que a los que están internados no se los piensa como iguales.

La experiencia italiana fue el faro para la experiencia de cierre de manicomios que se llevó en las provincias de Río Negro y San Luis. Debemos remarcar que hay 8 provincias argentinas sin manicomios y a nadie se le ocurriría creer que ahí no habita la locura, lo que demuestra que se puede hacer con la locura sin encerrarla. Con la vuelta de la democracia en Brasil y la implementación del Sistema Único de Salud (SUS) se construyó el Movimiento Antimanicomial, uno de los movimientos sociales más importantes de nuestros hermanos brasileros, que en pos del respeto por la dignidad y los derechos humanos de las personas, dieron inicio a la reforma en salud mental que posibilitó el cierre de tantísimos manicomios y la creación de los CAPS (Centros de Atención PsicoSocial), desde donde se brinda atención, pero desde la perspectiva de la Atención Primaria de la Salud: accesibilidad y cercanía al domicilio. Sobre el principio de la cercanía fundamentó la Corte Suprema de Justicia el falló que ordenó la externación de una persona internada a kilómetros de su domicilio. Pensemos que Open Door, manicomio de hombres, está pasando Luján, que el Estévez, para mujeres, está en Temperley, así que: varones de Temperley y toda la provincia al oeste, mujeres de Open Door y toda la provincia, al sur. Una verdadera locura.

En la Argentina se llevan adelante distintas experiencias desmanicomializadoras desde distintos municipios y provincias. No se trata sólo de externar a los internados, sino de no agrandar la nomina de encerrados, por eso es tan importante que haya camas de internación para salud mental en los hospitales generales, a lo que las corporaciones profesionales se oponen, con argumentos de lo más estúpidos, como el que dio Jorge Gilardi (Presidente de la Asociación Médicos Municipales) que "no se puede internar pacientes psiquiátricos en un piso alto, por el riesgo de suicidio".  En defensa del manicomio se esgrime el argumento “si cierran el manicomio no tendrán dónde vivir”, razón por la que encierran en manicomios a muchas personas que viven en la calle, medicalizando un conflicto social. Si el médico considera que la persona no tiene donde vivir lo tiene que derivar a Desarrollo Social del Ejecutivo del que dependa, y no internarlo. Saben bien de esto la cantidad de chicos encerrados en el Tobar García, el manicomio para niños de la ciudad no autónoma de Buenos Aires. Somos uno de los pocos países en el mundo con manicomio para niños.
El fundamento de que el cierre de los manicomios implica dejar a las personas en la calle, las corporaciones profesionales y sindicales, lo toman de la experiencia en Estados Unidos, donde Reagan promovió el cierre de los manicomios, como excusa para cerrar hospitales públicos y bajar gastos. Promover la desmanicomialización no es buscar el cierre de hospitales públicos, sino terminar con las prácticas de encierro. Los que encierran difunden el fantasma del cierre, del atentado a la salud pública. El encierro en un manicomio no solo atenta a la salud, sino a los derechos humanos básicos. No se trata de negar la necesidad de internaciones, sino de que las mismas no se realicen en manicomios, donde las personas son objetivadas, vejadas, privadas del derecho a la sexualidad, a la privacidad, a la información, el derecho a la dignidad. En Estados Unidos se los dejó en la calle, por el modelo de Estado gendarme Reagan: 30% adentro y 70% afuera a fuerza de represión.

La reforma antimanicomial, desintitucionalizadora, desmanicomializadora, sólo conseguirá el cierre de los manicomios cuando se confronte a la corporación profesional y sindical, del mismo modo en el que se conquistará  la reforma judicial, el mismo modo en el que se llevó adelante en Italia, Brasil, Río Negro o San Luis. Para ello es preciso que dejemos de pensar el problema de los manicomios desde la salud, porque justamente esos lugares son la apropiación del conflicto social por parte del discurso médico. Las corporaciones sindicales y profesionales, por su corporativismo, es que representan a tan pocos. Somos muchos más los profesionales que no formamos parte de esos espacios que los que sí. Pero con los profesionales no alcanza, porque somos muy poquitos. Se trata de construir un Movimiento Nacional por los Derechos Humanos en Salud Mental y para eso es fundamental que los objetivados, los silenciados, los invisibilizados, se sumen a la lucha.

Si el Estado no cuenta con un colectivo organizado dispuesto a confrontar con las corporaciones, si nosotros profesionales, no estamos dispuestos a sumar al otro como uno más, a hacer partícipe a los internos, a los que asisten a los servicios de salud, familiares, profesionales, a todos los que queremos terminar con cualquier tipo de violación a los derechos humanos, la haga quien la haga y en lugar que sea, y nos organizamos donde cada voto vale un voto, donde cada mano que se levanta vale una, no lo vamos a poder conseguir. Es necesario que convoquemos a la militancia a los más perjudicados por el manicomio: todos los que están bajo ese techo, pero principalmente, a los que no tienen otro lugar donde estar. Por eso se trata de construir otros lugares, no como dicen algunos que “en el manicomio tienen un lugar”. Somos muchos profesionales y muy pocos sobrevivientes del manicomio.

2 comentarios:

  1. Y donde lo pondrias vos a German Gomez, el hijo de puta que despellejo al perrito chocolate y ahora se lo vincula con un crimen anterior..Porque en 15 dias sale libre...Te lo puedo mandar a tu casa?

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