sábado, 17 de octubre de 2015

La callaron y callada le decían.


Siendo un día patrio, en tanto es un día que toda la patria sabe lo que significa, o para ser justos, al menos saben a qué hace referencia, y siendo conciente que este es un espacio no exclusivamente peronista, pero sí inclusivamente interesado en darle lugar a lo silenciado, es que quiero contarles una historia sobre las consecuencias de la prescripción del peronismo en la subjetividad de las personas. Digo prescripción y no proscripción, porque prescribieron que el peronismo era una enfermedad y quisieron eliminarlo quitándole la palabra, para eso lo proscribieron. Los médicos saben bastante de sacarle el derecho a la palabra a las personas, basta con preguntar en los manicomios.
Mis suegros son férreos opositores al gobierno nacional, repetidores de cuanta barbaridad difundan. Nacieron pobres, terminaron la secundaria en la nocturna, se turnaron para hacer la universidad y con ellos no pasa la explicación del delito por la pobreza: yo fui pobre y no robé te contestan. El padre de mi suegra policía. Es decir, también pobre. La madre de mi suegra delegada de fábrica durante el peronismo, fue la que marcó el camino de Laura.
Una familia caracterizada por el silencio, por un silencio que evidencia represión, pero no la represión inconsciente de la habla el psicoanálisis, sino la retención consciente de quien no puede abordar ciertos temas. Recién hoy pudimos escuchar cuándo comenzó el silencio en esa parte de la familia. Silencio que como saben quienes se dedican al psicoanálisis o quienes han pensado el mismo, se pasa. Lo silenciado se pasa.
Las víctimas de las atrocidades de las guerras han silenciado el horror vivido para proteger a sus seres queridos de cargar también con esa imagen. Los estallidos dentro de casa, los hijos que no saben exactamente qué pasa pero son testigos, testigos de lo que aún no pasó, porque no se dice y estalla así. Es sólo buscar en una librería, internet, para encontrarse con esos testimonios que piden hacerse oír. Pienso en Jack Fucks, los combatientes de Malvinas, en quienes vivieron la segunda gran guerra, de quienes vivieron las atrocidades de nuestros genocidios.
Hoy llamamos a mis suegros por skype, no me privé de disfrutar de ser yo quien hable de corrupción, supe que la corrupción dejó de preocuparlo ahora el argumento es quién roba menos, y se me ocurrió preguntarle a mi suegra qué hacía la madre los 17 de octubre.
Para que podamos darnos una idea, intentemos por un segundo imaginar que a partir de mañana no podemos nombrar a Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Idea que no podemos sostener más que por un segundo pero ese segundo cuando pasó duró dieciocho años. Durante dieciochos largos años estuvo prohibida en este país la expresión de una identidad. Qué difícil imaginar algo así en tiempos en que la identidad es un derecho.
"Después del 55 mi madre no pudo hacer más nada", respondió mi suegra, "rompió el carnet de afiliación, papeles y se autocensuró, no podía decir nada, tenía una hija que mantener". ¿Se auto censuró? La proscripción se la impusieron, le prohibieron decir lo que tenía para decir, le prohibieron ser quien era. Ese silencio hay quien lo leyó como un rasgo de carácter.
Habiendo trabajado como psicólogo sé de las explicaciones diagnósticas para abordar las manifestaciones personales de los conflictos sociales. Indefectiblemente lo psi cae en la historia individual para explicar la historia de una persona. En la persona habitan las tensiones de una época, las condiciones que la época coloca para orientar las conductas. No era casualidad que Freud se encontrara con personas distintas que reprimían las mismas cosas. Nadie zafa de su época.
Escuché de la compañera abuela de mi mujer, que era una mujer callada y no que la habían callado. Ojalá que mi suegra lo escuche. Con el daño que esos tipos le han hecho a tu familia, le dije. Puedo llegar a entender que no seas peronista pero no que no estés contra ellos que realmente te hicieron daño.
A setenta años del día en que en este país los más desprotegidos, los más necesitados, salieron a las calles a hacer escuchar su derecho a ser escuchados, a que se respetara la voluntad popular, a setenta años del día que el país aprendió que la movilización social cambia el destino de la patria, quería hacer sonar el silencio que le impusieron a tantos en este país como aún hoy a tantos se los imponen, como bien sabemos.
La historia condiciona pero no condena. Los diagnósticos sí, porque deshistorizan. Le decían callada, y la habían callado.
Sólo dentro del discurso de los colonialistas, donde ser es tener, se puede pensar que el infierno son los otros. Nosotros sabemos que los otros son la salvación, sólo no se salva nadie, la salida siempre es en conjunto. Sólo la organización vence al tiempo.
Feliz día.


martes, 13 de octubre de 2015

Hablando sobre el tiempo en el AT

A Deborah la conocí en el mismo viaje en el que conocí a Analice, allá por el 2008, cuando Ana me invitó al congreso de AT de Porto Alegre, después de haber leído el artículo "Anudar con otro hilo" que Página me publicó. En aquella oportunidad, Deborah presentó el documental "Procura-se Janaina", que he compartido con los coampañeros de Moreno, la Cátedra Libre Oscar Masotta y el maravilloso equipo de Maón Tipuli. La película cuenta la historia de Janaina, una niña que tiene la condena de las tres "p" como dicen en Brasil, "pobre, preta e psicótica". Aquí preto, preta, es una palabra que sólo se utiliza para el color de objetos, para el color de la piel hablan de negro o negra. Escuché también lo de las tres p para pobre, preta e prostituta. Lo cierto es que los encerrados por la salud mental son pobres, en Brasil la mayoría de los pobres son negros.
Deborah participó de la experiencia del instituto "A casa" en San Pablo, de los primeros en dar lugar a la experiencia del acompañamiento terapéutico. La práctica del acompañamiento en Brasil está pensada desde Deleuze y Guattari, antes que desde Lacan. Con esto no estoy diciendo que no se lea a Lacan ni al psicoanálisis, sino que la práctica es pensada en términos políticos, se piensa el ejercicio de la clínica como un ejercicio político, algo que dificilmente sea escuchado en Argentina.
Las dejo con otra querida amiga, quien reflexiona sobre el "exceso de presencia" en el acompañamiento. Me reservo su respuesta cuando le comenté que existen acompañamientos de 7x24. Desconocía el término, tuve que contarle que existen acompañamientos de todos los días las veinticuatro horas. Sin dudas debe estarse pensado entre los AT el exceso de presencia, así que quien tenga algun trabajo al respecto le pido lo comparta.


Por Deborah Sereno.

    GIRAMUNDO- TALLERES Y REDES EN SALUD MENTAL, o apenas Gira, es un servicio de Clínica Psicológica de la PUC-SP, que tiene como objetivo articular la red de servicios territoriales de niños y jóvenes psicóticos y autistas y/o en situación de vulnerabilidad, buscando su inserción y mayor participación en la, y de la, comunidad. Acogemos la demanda que llega a la clínica y establecemos acuerdos con servicios de salud de la red substitutiva (sustitutiva al manicomio) e intersectorial. Somos un micro punto en una red que pretendemos se establezca, sea tejida y para esto ponemos a disposición el trabajo de AT en la red pública.
    La estructura del Gira es pequeña y un tanto frágil. Construida básicamente por recursos humanos: seis pasantes del Núcleo de Salud Mental del 5° año de la carrera, practicantes que pagan un curso de especialización de la PUC y una coordinación/ supervisión del servicio. Durante los jueves a la mañana nos organizamos con la siguiente rutina: dos horas y media de supervisión y planificación de los talleres, una hora y media de convivencia (taller de pasaje) y concomitantemente, el grupo de padres y después una hora más para la actualización de las atenciones. En este momento, el taller está constituido por tres jóvenes con edades que varían de 14 a 18 años y sus familias. Además de estas atenciones, el Gira realiza el trabajo de AT en acuerdo con servicios de la red de salud mental del municipio (5 casos).
    Por último, vale recordar que estamos en una clínica-escuela, operando dentro de un calendario académico, lo que significa que todos los años el equipo del Gira se renueva, es completamente otro (con excepción de la coordinación, que ha permanecido).
    De esta manera, son varias las cuestiones: somos una clínica de pasaje, entendemos que nuestra función es la de articulación, construcción de una red de atención participación territorial. Por otro lado, como dar cuenta de las diferentes temporalidades y participación territorial, cómo dar cuenta de las diferentes temporalidades en juego en la construcción de esta red. Lidiamos con el tiempo del caso clínico, o sea, tiempo del establecimiento de la transferencia, de comprometerse en el proyecto terapéutico, de las resistencias familiares, la temporalidad de la psicosis; la articulación con la red: las “agendas” en los servicios de salud mental, los procedimientos de entrada y protocolos para reunirnos con los compañeros; lo mismo con las escuelas, un recorrido hasta “encontrar” una escuela que se enganche colectivamente en el proyecto y por ahí va.
    Otra cuestión inquietante, acerca de la importancia de la transferencia en la construcción del vínculo en los casos: hasta qué punto la circulación de estudiantes cada año por el Gira garantiza la continuidad del proyecto o produce efectos iatrogénicos. Intentamos manejar esta cuestión por el establecimiento del contrato anual con el grupo, o sea, desde el primer día de cada uno de ellos en el Gira o cuando presentamos al nuevo equipo, ya se está hablando también de la terminación a final de año. ¿Pero será que con eso conseguimos garantizar la función de “pasaje”? Y otra cuestión. ¿Cuándo sería el momento de Gira salir de escena?

GUTO

Utilizaré algunos recortes del  trabajo que viene siendo realizado en el Giramundo desde 2011 con Guto, para reflexionar acerca de las diferentes temporalidades implicadas en la construcción de una red.

UN POCO DE LA HISTORIA DE GUTO

2011 Guto, de 9 años, llega a la Clínica de la PUC, derivado por la escuela con una queja de hiperactividad. Llega en el segundo semestre, con una demanda para atención familiar y trabajo junto a la escuela. Fue también derivado para atención individual en otro servicio de la clínica.
Para ser breve, diré que Guto vive una relación psicótica con su madre. Aquellos casos “típicos” de psicosis involucrando la absoluta presencia materna, ausencia del padre en el discurso materno y el resultado de Guto como objeto de goce, capturado por el discurso materno (por ejemplo, dice “su padre” para hablar del propio padre). Como consecuencia de la ausencia paterna en el discurso de la madre, la falta del corte necesario para la simbolización, manteniéndolo cautivo en una relación especular, imaginaria, erótico-agresiva, muy primitiva. El olor a pie, las uñas pintadas, como testimoniaremos a lo largo de los próximos años.
Guto fue derivado a la psiquiatra infantil del Hospital Universitario de la Universidad de San Pablo en 2011, la misma época en que realizaba el psicodiagnóstico en la PUC, porque según Ivete, su madre, “maltrataba animales” (sic). A partir de allí se inicia el tratamiento medicamentoso, con la hipótesis diagnóstica de retraso mental y desorden del comportamiento. Datos traídos por Ivete: la Ritalina empeora la agitación de Guto, pero la Risperidona ayuda.
Guto pasa a frecuentar los talleres del Gira, adhiere con facilidad, e Ivete participa del grupo de madres desde el inicio, por lo tanto su adhesión está siempre acompañada por stress. Sus quejas son muchas e intensas, le es difícil escuchar que las otras madres hablen. Pelea en todos los lugares, actúa en el encuadre cada semana, presentándose a uno de los servicios (atención individual o Gira) y faltando al otro. Exige que la PUC pague el boleto de colectivo para ella; pelea con el marido porque se quiere separar, pelea con el Instituto Nacional de Servicio Social porque quiere auxilio –el Beneficio de Prestación Continua de la Ley Orgánica da Asistencia Social (BPC/Loas) o Pensión por Discapacidad en Argentina- al cual no tiene derecho a causa de los “ingresos del marido” (sic). Por lo tanto, nuestra mayor batalla, literalmente, era en relación a la escuela: se recusaba a llevarlo a la escuela, ya que decía que en cuanto llegaba a su casa, después de llevarlo a la escuela, ya la estaban llamando para que fuera a buscarlo.
2012

Nos reunimos con la escuela en abril del 2012. Fuimos con el auto de una pasante, guiados por el GPS, a esta escuela provincial, en medio de la periferia de la zona sur, que fue considerado lo más violento de San Pablo.
El camino iba bien por la larga Estrada do Campo Limpo, bastante conocida para nosotros, hasta que el GPS nos mandó entrar a la derecha y a partir de este punto se inició un trayecto por calles estrechas, grises, bajadas, curvas, subidas, y en una de estas, desde arriba se veía el mar de casas grises. Doblar a la derecha para continuar en la calle que ahora hace una curva estrecha, hacia bajo y a la izquierda. Entramos en un callejón y, para nuestra desesperación, el GPS nos dijo que llegamos a nuestro destino. El morro termina ahí. En frente nuestro: una barrera de contención de cemento. Esta era la visión final de la calle, pero estábamos en el centro, se formaba como un círculo de casas amontonadas unas sobre las otras, todas grises y por todos lados. Sólo podíamos retroceder, dar la vuelta en este círculo para agarrar la única vía que nos había traído hasta ahí, el mismo circuito de subidas y bajadas y desvíos para volver. Silencio. Nadie en la calle. Nadie. ¡Nadie! Así que decidimos hacer la vuelta y reprogramar el GPS cuando vimos un portón más largo, y dentro, un patrullero de la policía comunitaria. Atrás del patrullero ¡El edificio de la escuela! El despliegue policial ostensivo que caracteriza a San Pablo no parecía suficiente para garantizar la seguridad de los empleados de la escuela. Por lo menos era el clima de terror que la escuela dejaba transparentar. La secretaria, se escondía detrás de una ventana enrejada, que dejaba entrecerrada mientras nos preguntaba quiénes éramos y qué queríamos. Cuando le esclarecimos, abrió la puerta automática y pudimos entrar en la escuela. Cierre automático en el portón principal y trabas con llave que se confunden con los picaportes en todas las aulas y en el paso de un piso al otro. Vale aclarar que quedamos encerradas en el último piso con la directora que nos mostraba la escuela y tuvo que llamar de su celular para que nos vinieran a rescatar.
La directora participó sólo del inicio de la conversación. Quien nos demandó apoyo, y se mostró completamente comprometida y preocupada con la escolarización de Guto, fue Dália, profesora de la clase de recursos. Dália intenta adaptar algunas lecciones para Guto, le pidió a los profesores que envíen el programa de la semana, pero nadie cooperó, estaban todos desmotivados, por lo que solicitó que el Gira la apoye en una intervención de sensibilización y movilización de los profesores en relación a Guto, ya que algunos profesores se rehusaron a trabajar si él estaba dentro del aula.
Guto ocupaba el lugar de chivo expiatorio de una escuela inmersa en un contexto de extrema violencia, hostilidad, y donde parecía no haber lugar para niño alguno. Era la punta de un iceberg de una complejidad de problemas entrecruzados y atravesados por el deterioro de la escuela pública, principalmente en las provinciales. Guto se había vuelto el estandarte de la imposibilidad de aquella escuela. Apostamos en la propuesta de Dália y elaboramos con ella una serie de actividades con los profesores en la búsqueda de engancharlos con el proyecto. No tuvimos éxito. Terminamos de acuerdo con Ivete, permanecer en esa escuela era insostenible, no había voluntad de la institución, ni de los profesores. En parte también por las faltas que ella misma promovía, por lo que quedaba claro que era muy difícil la aproximación de la escuela con la diferencia de Guto.

2013: EL CIELO ES EL PARAISO

A principios del año siguiente fuimos sorprendidos con la buena noticia de que Guto había conseguido el pase para el Centro de Estudios Unificados (CEU) de su barrio. Esto presentaba el verdadero paraíso para Ivete.
Esta vez, fuimos positivamente sorprendidos por la estructura del CEU, que funciona desde el 2008. De boca abierta vimos un grupo de madres haciendo acuagym en la pileta. La arquitectura de los edificios era fantástica, ventilada y, a pesar de ser amplia, había vida y acogimiento en ese espacio, chicos usando las canchas, chicos corriendo en todas las direcciones, todos los pasos estaban abiertos. Claro que esta era y es la preocupación de Ivete hasta hoy.
Fuimos muy bien recibidos por la coordinadora pedagógica, que nos contó con buen humor que acababa de entrar en la escuela en enero. No conocía bien a Guto, pero ya conocía a la madre, bastante presente y preocupada con el hijo en la escuela (sic). Dijo que “por ahora cree que le está yendo bien, no tuvo reclamos ni comentarios de profesores ni colegas”. Además, están contratando una profesora del SAAI (Sala de Apoyo y Acompañamiento a la Inclusión),  para atención especializada, que él pasará a frecuentar dos veces por semana fuera de la escuela. Dice que Guto tiene derecho ser llevado en combi,  y ventiló la posibilidad de que haga natación, entre otras opciones deportivas. Insisto, estructura del Primer Mundo, o entonces, el paraíso mismo. Vean, es posible una escuela pública abierta, acogedora, viva y alegre, con participación de las familias.
Las promesas eran buenas y muchas fueron cumplidas. El SAAI, la combi. En cuanto a la natación, Ivete reculó de antemano, “por lo menos al principio”.
Mantuvimos una pasante de referencia para la escuela, con quien se reunía cada dos meses. En septiembre las noticias sobre Guto de la Coordinadora y la profesora del SAAI fueron bastante optimistas: “Él se da súper bien en el aula, mezclándose, hacen lío juntos; las chicas vinieron a contar que él estaba pasándoles la mano por la cola porque los varones lo mandaban; conversaron las chicas y la profesora con él”. Es agitado, se sube en la silla. Participa de las actividades, a veces las adaptan para él, se adaptó muy bien y rápidamente, Ivete se quedó una semana y después no necesitó más quedarse.
Año productivo, muchas cosas pasaron en la vida de Guto y de Ivete, quien ahora cuenta con el grupo para hablar de sus cuestiones.

2014: CAMBIOS
Año marcado desde el comienzo por los “cambios” de casa, en la clínica; Ivete buscando casa para vivir sin el marido y cambio de coordinador pedagógico en el Centro de Estudios Unificado.
A principio de año hicimos una reunión con la escuela. El coordinador dijo que su contrato era temporario, que no conoce a Guto, pero que se informaría para entrar en contacto. Le avisamos a Guto que iríamos a su escuela y cuando fuimos a visitarlo al aula, el estaba durmiendo con la cabeza en la cartuchera en la primera fila, frente al profesor.
En el grupo Ivete reclamaba de la escuela, decía que Guto había tomado el ascensor solo, tenía miedo de que él estuviese suelto en la escuela y saliera a la calle. El propio Guto le contaba que había dormido en clase. Stress. Además de eso, ella se irritaba por no ver tarea, “no tiene nada en el cuaderno” (sic) y todos los días va a pasarla bien a la escuela. Las peleas continuaban: en la escuela, con el chofer de la combi y así en adelante. Acontecimientos bizarros indicaban el retroceso, como la indicación de la escuela para que Ivete se quede en el aula. Estuvimos todos en contra, a pesar de nuestra insistencia, la escuela no se abrió para ninguna reunión más, además de aquella con el coordinador temporario en aquel año. ¡Infierno!
Con la inauguración del Centro de Atención Psicosocial Infantil (CAPSi) en su barrio, fuimos con madre e hijo al acogimiento y nos dispusimos al trabajo en red. Así como ya habíamos garantizado para Ivete, combinamos con el CAPS que el Gira saldría de escena cuando “todo estuviese arreglado”, tendríamos este próximo año (2015), para hacer todo lo que fueses necesario para la transición y la desvinculación del Gira. Estábamos preocupados e inquietos con la falta de comunicación con la escuela.

2015: ¿EXCESO DE PRESENCIA DEL GIRA?
Podemos pensar que, de cierta manera, la “misión” del Gira había finalizado en este acogimiento en el CAPS. Podríamos simplemente afirmar que, lejos de ser ideal, Guto estaba en una escuela e iría a frecuentar el CAPS que cuidaría de su tratamiento en su barrio. Podríamos trabajar la despedida de Guto en el Gira en algunos encuentros, no habría necesidad de garantizar un año más, pero si fuese necesario… En cuanto a la escuela, podríamos dejar que el CAPS hiciese la articulación, esto forma parte del repertorio de sus acciones.
Por lo tanto, al no retirarnos, estaríamos repitiendo un exceso de presencia que identificamos en las madres y que frecuentemente retorna en las discusiones en los grupos de padres. Exceso de presencia que se manifiesta en una anticipación de un fracaso, en una respuesta previa, por ejemplo, al matricular su hijo en la escuela y ya traer todo el historial de agresiones y expulsiones anteriores, o deja de bañar a su hijo de 14 años, pero contra cómo él se lava desde afuera del baño.
¿No sería este exceso que estaríamos repitiendo al querer asegurar todas las garantías en el CEU y en el CAPSi, para de ahí sí, estar omnipotentemente resguardadas por nuestro deber cumplido y ahí sí poder soltarlo al mundo con todos los riesgos es ello trae, sabiendo que la cuestión es justamente esta, que el ideal de perfección y de garantías es simplemente imposible?
Es la cuestión que nos atormenta ahora. Pero que no nos pasaba por la cabeza a inicio del año pasado, cuando finalmente conseguimos reunirnos nuevamente con la escuela a fines de abril. En esa reunión, con la misma profesora del SAAI y otra nueva coordinadora pedagógica, nos llamó la atención la falta de cuestionamientos de la escuela sobre Guto y el exceso de presencia y reclamaciones de Ivete sobre la escuela. La profesora dijo que Guto adora el SAAI, están trabajando individualmente con sitios en internet, le está yendo bien. Y listo. Les propusimos el AT, el AT comienza a mediados de mayo, a lo que no pusieron objeciones.
Teníamos claro que la entrada del AT en la escuela era una demanda nuestra, de aproximarnos a la relación de Guto con la escuela y de su proceso de escolarización. Por otro lado, la entrada del AT también fue pensada para intermediar la relación de Ivete con la escuela, barrar un poco su intrusión, y ayudarla a sostener estar un poco afuera o intervenir y saber menos sobre la vida del hijo en la escuela. Cuatro meses después, ahora nos preguntamos: ¿La presencia del AT en la escuela de Guto, no estaría siendo tan intrusiva en cuanto colocaba a Guto en situaciones igualmente desagradables y como loco? De nuevo ¿El Gira estaría repitiendo el exceso de presencia? ¿Atravesamos el tiempo?
El hecho es que la entrada del AT en la escuela desencadenó una crisis, un corto circuito en la relación de Guto con la escuela, con las clases y principalmente con la at. Guto con 14 años, está apasionado por una chica de su clase, que lo dibuja. Repite con la at su modo fusionado de amar, digamos así.
Si por un lado la at puede testimoniar que Guto tiene un lugar en su grupo, su organización, cuida de su material impecable, está atento y quiere participar de las actividades, también puede testimoniar escenas extremadamente violentas, prejuiciosas y de exclusión, explicitadas por la gestión de la escuela, dirigidas hacia él, pero también a toda el aula. Cuando contrariado por la at, pasa a quedar excitadísimo y a reír desmedidamente… la at comienza a salir de la escuela con los brazos rojos y con marcas de las manos de Guto por los apretones desmedidos. Él es más fuerte que ella, es difícil sujetarlo e impedirlo físicamente. El profesor de Historia relata que la presencia de la at lo deja más agitado, él nunca quedó así, pero otro día este profesor invierte lo dicho y dice que es en su presencia que Guto se agita más y dice “es conmigo que él queda así” (sic).
Guto pasa a destacarse en la escena escolar. Hasta entonces era como si estuviese naturalizado en esta escena. Pero, esa agitación parece inédita. La presencia de la at en la escuela desencadenó una crisis que, si de un lado develó aquello que se ocultaba en esta naturalización (y que la at testimonió), por otro lado lo exponía nuevamente como loco, agresivo, débil mental.
¿Esta crisis era necesaria? ¿Sería inevitable? ¿Tarde o temprano estallaría? Vean, no tiene que ver con recular delante de la crisis. En vedad, de cierta manera la provocamos con nuestro exceso de presencia. Lo que quiero problematizar es el exceso de presencia. ¿Es porque nos colocamos como una madre omnipotente que podemos asegurar algún lugar? ¿Cuándo decimos que nuestro tiempo terminó?
Con la entrada del AT atravesamos el tiempo de Guto y de las instituciones. Transferencia maciza, repite con la at el modo de relación erótico-agresivo que establece en la relación con la madre (él aquí en la posición activa, menos sometida: “ella no me obedeció”, “yo mando en su cuerpo”, pero aún imaginaria: en la lógica de o yo o ella, no tiene lugar para dos sujetos, sólo para uno).
He aquí la crisis. Y de acuerdo con Lacan, no se trata de recular delante de ella. Al contrario, estamos implicados transferencialmente con ella. Esto probablemente posterga la salida del Gira en el tratamiento de Guto.
Estamos en medio del manejo de esta transferencia erótico-agresiva. Hemos hablado sobre esto con él en los talleres en la tentativa de encuadrar la tarea de la at en la escuela. Esto nos indica aún un recorrido con Guto.
Sólo para terminar, no fue posible ningún contacto con el Capsi desde aquel primer acogimiento. Hicimos diversas tentativas de contacto por teléfono, mails, explicando nuestro paso a pasa y la urgencia para que nos reuniésemos, que participasen de la reunión en la escuela, después, hablando sobre la idea del AT, todas tentativas en vano.
En medio de esta crisis en la escuela, ya en el final del primer semestre, fuimos sorprendidos con la noticia de que el Capsi había dado el alta a Guto. Le dijeron a Ivete que el CAPSi sólo trabaja con crisis y Guto no está bien, recibieron un informe de la escuela. Después de un mes del alta, finalmente conseguimos reunirnos con el Caps. Volvieron atrás.
Repitiendo: el trabajo de inclusión escolar puede ser entendido como un movimiento micropolítico de resistencia a favor de los derechos (ya adquiridos) de esta inmensa minoría excluida.

Traducción: Santiago Gómez

lunes, 12 de octubre de 2015

Lo sensible en la formación para el acompañamiento terapéutico.

Comparto con ustedes el trabajo presentado por mi querida amiga Analice, militante antimanicomial, militante de la salud pública, profesora de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul.

Por Analice Palombini

Imaginé contarles a ustedes el recorrido del trabajo con Acompañamiento Terapéutico (AT) en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, en Porto Alegre, desde 1998, en verdad desde 1996, cuando trabajaba en un Centro de Atención Psicosocial (CAPS) –servicio de la red pública de salud mental de la ciudad-  y supervisaba la pasantía de psicología. Les iba a contar de cómo el proyecto se fue modificando, de cómo fuimos aprendiendo con la experiencia de acompañar a los acompañantes en sus itinerarios, junto a los usuarios de los servicios de la red pública de salud mental y de cómo fue ganando fuerza la idea de que, más que de una experiencia conceptual, la formación en AT necesita darse con experiencia sensible, de forma que el aprendizaje pase por el cuerpo, en el ejercicio y en el cultivo de una cierta prontitud de cuerpo para el encuentro con el otro, una abertura a los acontecimientos inesperados que puedan de ahí advenir, una disposición para el imprevisto y la improvisación. También pensé en contar en cómo,  junto con el proyecto de extensión, fuimos constituyendo también la materia de AT, como si fuese ella misma una experiencia de acompañamiento terapéutico (un grupo acompañándose).
Pero, recientemente, promovimos en nuestra Universidad un encuentro con grupos que vienen trabajando con AT en la formación académica, en proyectos de pasantías y extensión universitaria en acuerdo con servicios de políticas públicas. Estuvieron con nosotros Deborah Sereno, por la Pontificia Universidad Católica de San Pablo (PUC-SP), Ricardo Silveira por la Universidad Federal de Uberlândia, Minas Gerais, Ana Marsillac, de la Universidad Federal de Santa Catarina, y Pedro Pacheco, de la Universidad Regional Integrada del Alto Uruguay y de las Misiones (URI), en el interior de la provincia de Rio Grande do Sul. Y ese encuentro nos tocó profundamente, por la afinidad que pudimos percibir entre esos cinco grupos, cinco proyectos vinculados a universidades distintas, en diferentes puntos del país. Entonces, prefiero hablar de eso, de lo que ese encuentro propició de pensamiento.
Lo que llamaba la atención en ese encuentro, fue el hecho de que nos encontramos con experiencias de AT en ciudades diversas, de diferentes proporciones, poblaciones, geografías, cada cual con su red de servicios, su política de salud mental más o menos afinada con los principios de una reforma antimanicomial, pero en las andanzas del acompañamiento terapéutico, moviéndonos todos por el mismo territorio vasto y extremo, hecho de precariedades y riesgos. Un territorio al mismo tiempo en el corazón de las ciudades y en los confines del mundo. A pesar de la singularidad y de los características propias en cada caso, hay un común en esa experiencia de AT en la red pública que los cinco grupos de AT que nos reunimos compartían. Más allá del AT como una forma como la clínica se hace, clínica en movimiento, peripatética, itinerante, nómade, clínica de lo cotidiano, clínica sin muros, a cielo abierto, experimentamos el AT como modo de operar la clínica en territorios muy áridos. ¿Cómo dar paso a la vida en caminos que cruzan con la muerte? ¿Qué clínica de lo cotidiano es posible en las casas que visitamos, en que la violencia e indiferencia viven?
Lo interesante es que delante de las situaciones más difíciles y aparentemente sin salida, los diferentes grupos forjan caminos para el AT que van en una misma dirección, que apunto aquí:
- Sustentar la escucha singular de los sujetos en causa –sujeto de deseo pero también sujeto de derechos, de forma que la clínica se ve necesariamente entrelazada a la política.
- Buscar tejer el trabajo en red, por más ralos que estén sus hilos, forjar las estrategias para vencer la soledad en que los ats muchas veces son lanzados.
- Dar tiempo al tiempo, esperar, hacer pausas, ritmar los gestos y las palabras, ritmar quiere decir sujetar a ritmo, crear tardanzas (ya vuelvo a esa palabra en seguida)
- Hacerse continente de los efectos de esa travesía en el cuerpo del at, en el grupo, entre ats, haciendo rodar la palabra y los afectos –la rueda continente, gira mundo, roda calle…

Son veredas que se van abriendo, sea en medio de la aridez del terreno, sea en un mato cerrado y espinoso, sin perro (o con demasiados perros, como ya nos aconteció). Escucha, Red, Tardanzas y Rueda son los nombres que doy a esas veredas.

Escucha

Escucha es una palabra clave en la experiencia de la clínica, tanto la clínica en sentido ampliado, la que opera en el campo de la salud colectiva, cuanto aquella, por ejemplo, del strictu sensu de la clínica psicoanalítica. Todas comparten la importancia de escuchar el sujeto, de darle oídos, aunque varíe el entendimiento de lo que importa escuchar, en donde agudizar el oído. La referencia al psicoanálisis, que comparece en muchos de los casos que compartimos, hace pensar que al lado de la atención al contexto, a lo cotidiano, a las relaciones, está también en causa, aquí, una escucha de lo inconsciente, esa dimensión desconocida de sí. Pero cómo es esa escucha del inconsciente en el acompañamiento terapéutico? Hay una peculiaridad de esa escucha en una clínica que cuenta, para suceder, con los mínimos gestos y objetos de lo cotidiano. Es lo que pasa, por ejemplo, en el café cada vez compartido, entre Rosa, la acompañada, y las dos ats, en que las diferentes porciones de endulzante que cada una utiliza (o no) para endulzarlo –sin azúcar para una, tres gotas para otra, diez gotas para Rosa- configura un acto clínico, se constituye en operación psíquica, sin dejar, por eso, de ser café prosaico compartido entre personas que se visitan. O la escucha ampliada por los trayectos, donde el paisaje de las calles, los lugares por donde se pasa hace recordar y elaborar (en frente a la parada donde esperan el ómnibus, el hospital donde Rosa dio a luz a su hija más chica, y la posibilidad de traer su nacimiento a la memoria). Más que de una atención flotante –forma distraída, pero no desatenta, de escuchar la palabra del analizante que nos enseña Freud–, el ejercicio de esa clínica requiere una corporalidad fluctuante al acompañar, corporalidad distraídamente atenta a lo que pasa alrededor, a los gestos de los que formamos parte, a los objetos que se conectan con ese gesto, a la atmósfera que planea en cada lugar, a la sucesión de acontecimientos mundanos que, como asociación libre, tejen la trama subjetiva de una vida.
Pero, si la escucha es del inconsciente, el inconsciente, dice Lacan, es la política. No hay clínica que no sea política. La clínica es hija de la modernidad, un estado democrático de derecho es condición para el ejercicio del psicoanálisis.Por lo tanto, si hay tensión entre inconsciente y ciudadanía, hay también un lazo que les es indisoluble. El sujeto de deseo anda del brazo con el sujeto de derecho. ¿La noción de ciudadanía que todavía nos guía es una noción iluminista, impregnada de la idea de sujeto universal? Si, y es un desafío, que atraviesa las prácticas cotidianas en salud mental, transformar esa noción para que ella deje de estar fundada en el principio de la razón esclarecida, para que pueda caber en ella una “locura ciudadana”. Pero, en nuestros proyectos, que articulan universidad, AT y políticas públicas, los territorios en que viven nuestros acompañados –esos confines del mundo en el corazón de las ciudades brasileras – están muchas veces tan debajo de cualquier noción de derecho, que ninguna clínica será posible si no se articula a una lucha por la conquista de ciudadanía. La escucha precisa de red. Y vuelvo entonces a ese término.

Red

El AT, como escribió Maurício Hermman, es un articulador de redes. Por más ralos  que estén sus hilos, como dije, es siempre en red que la clínica del AT tiene inicio y es en red que ella se desdobla y puede llegar a un término.
¿Cómo tratamos esa red?  ¿Qué contratación establecemos con ella? ¿Y cómo toman parte en esta contratación aquellos que acompañamos? Digo contratación y no contrato, entendiendo que se trata de un proceso, una permanente negociación entre diferentes puntos de vista, que no está exenta de tensiones y contradicciones, con las cuales, además –al menos es la apuesta que se hace –, es posible construir una dirección común de trabajo. Esa red requiere la presencia del Estado, la inversión en políticas públicas, ella exige equipo, equipamientos, procesos de gestión. Pero son las personas quienes enlazan sus hilos –los trabajadores, los usuarios, sus familias, la vecina, nosotros. Es preciso cuidar de los nosotros que hacen una red. Más allá de aquello que remite a la singularidad de cada caso y a los actores que en él hacen red, en lo que dice respecto a la Universidad, a nosotros como docentes en la Universidad, la responsabilidad que está colocada, y a la cual precisamos hacer frente, es a la formación para el ejercicio profesional junto a las políticas públicas. Es un tema sobre el cual no tendré tiempo de extenderme, pero no podía dejar de hacer esa alerta.
Aquí me gustaría centrarme en un aspecto de esa construcción de red. Los casos de que nos ocupamos muestran, de la forma más dramática, como el AT no puede prescindir de una red que se coloque lado a lado, acompañando los itinerarios de los acompañados. Cuando el AT alcanza a trabajar en red (porque no siempre eso se consigue), nuestro mayor desafío es hacer con que esa red –de la que nosotros también hacemos parte– no aprisione, pero sostenga. Y que pueda sostener sin sucumbir al peso de tanta infamia en la vida. Que no huya de la raya, pero también no se deje tomar por las urgencias, precipitando una acción que no encuentra amparo en la escucha clínica. Que sepa esperar y decidir el momento de actuar. Ese cálculo no acostumbra ser fácil.
Cláudia Muller, cuyo maestría versó sobre la clínica interdisciplinaria con bebés, entre psicoanálisis y nutrición, junto a la Unidad Básica de Salud, llamó encrucijadas clínicas ese punto donde se cruzan varios caminos. Hay siempre una tensión cuando se llega a ella, pues es preciso una decisión: para dónde seguir, cuál elección hacer, en qué criterios basarse. Es preciso tomar posición, tomar decisiones y muchas veces, provocar luchas para sustentarlas. Cito a Cláudia Muller:
… la encrucijada clínica sólo es percibida por quién ya está dispuesto a bifurcar caminos, por quién hace una elección ético-política por la multiplicidad de caminos posibles para producir salud, por quien se recusa a tomar sujetos como objetos de las acciones de los especialistas. (…) Es la ética que referencia las elecciones –ética entendida como la problematización de los modos de existencia, tanto en relación a los otros como en relación a sí mismo.

En la idea de la encrucijada clínica, la tensión se presenta también entre una dimensión del tiempo que clama por actuar, el tiempo que urge, el de las urgencias, y un tiempo que se demora, que pide tiempo al tiempo.

Tardanza

Tardanza es la palabra que me fue presentada por un profesor de letras de la UFRGS, Luis Augusto Fischer, para hablar de la temporalidad peculiar de la literatura del escritor brasilero Guimarães Rosa –el tiempo del sertón (región agreste del nordeste brasilero)–, y que tomo aquí para decir del tardar del tiempo en que danza un acontecimiento por venir, que pide construcciones y ruinas, comienzos y recomienzos. Un ensayo de Peter Pal Pelbart, La nave del tiempo rey, que desde los años 90 fue inspirador para mí, para pensar el AT, me ayuda a esclarecer lo que digo aquí. Peter inicia el ensayo hablando del mito talmúdico de la creación del mundo, de un Génesis que no se habría dado en un instante inaugural, repentino y milagroso, pero que habría sido fruto de la experimentación, del fracaso, de remontadas, pegar nuevamente, errores. 26 intentos fallidos, escribe él, precedieron a la creación del mundo, que no posee ninguna garantía: en cualquier momento el éxito del contrato puede deshacerse y la obra venirse abajo. Nuestro mundo carga así, la marca de esa incertidumbre originaria, de un inicio que podría no ser alcanzado. Sucedió, y se sostiene, no en respuesta a un orden, sino porque hubo, en cada intento, deseo, un deseo que sigue pulsando por la carne del mundo. Él asocia ese mito a la ingeniosidad, al acaso y la hinchada deseante necesarios también al cuidado de la locura.
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Nunca nada está dado de antemano y el futuro jamás está garantizado, 26 intentos pueden ser poco para un loco, y frecuentemente diez veces eso aún es insuficiente (…) Es preciso dar tiempo a esa gestación con que se confronta la locura, a esas tentativas, a esa construcción y reconstrucción, a esos fracasos, a esos acasos. Un tiempo que no es el tiempo del reloj, ni del sol, ni del campanario, mucho menos el de la computadora. Un tiempo sin medida, amplio, generoso (…) un tiempo que nosotros mismos no tenemos.

Rueda

Rueda es el nombre que uno de los grupos reunidos, da al espacio de encuentro entre acompañantes terapéuticos y los docentes que los acompañan –espacio de continencia para el abrigo de los desasosiegos, de la angustia, espacio también de compartimiento del espanto, de las alegrías. Espacio de cuidado de si para cuidar del otro. Yo diría que, sin la garantía de ese espacio, es imposible sustentar en el cuerpo toda la vertiente que la experiencia de acompañar la locura por los confines del mundo provoca. En contrapartida, es en la medida en que es por el cuerpo que esa experiencia pasa que un aprendizaje se hace. No hay cómo ahorrar esa experiencia, y a nosotros, que respondemos por una formación para el AT, nos cabe hacernos responsables por eso, haciendo, de esa rueda, la forma colectiva de la continencia necesaria para que un AT y un at se hagan.

Traducción: Santiago Gómez