sábado, 17 de octubre de 2015

La callaron y callada le decían.


Siendo un día patrio, en tanto es un día que toda la patria sabe lo que significa, o para ser justos, al menos saben a qué hace referencia, y siendo conciente que este es un espacio no exclusivamente peronista, pero sí inclusivamente interesado en darle lugar a lo silenciado, es que quiero contarles una historia sobre las consecuencias de la prescripción del peronismo en la subjetividad de las personas. Digo prescripción y no proscripción, porque prescribieron que el peronismo era una enfermedad y quisieron eliminarlo quitándole la palabra, para eso lo proscribieron. Los médicos saben bastante de sacarle el derecho a la palabra a las personas, basta con preguntar en los manicomios.
Mis suegros son férreos opositores al gobierno nacional, repetidores de cuanta barbaridad difundan. Nacieron pobres, terminaron la secundaria en la nocturna, se turnaron para hacer la universidad y con ellos no pasa la explicación del delito por la pobreza: yo fui pobre y no robé te contestan. El padre de mi suegra policía. Es decir, también pobre. La madre de mi suegra delegada de fábrica durante el peronismo, fue la que marcó el camino de Laura.
Una familia caracterizada por el silencio, por un silencio que evidencia represión, pero no la represión inconsciente de la habla el psicoanálisis, sino la retención consciente de quien no puede abordar ciertos temas. Recién hoy pudimos escuchar cuándo comenzó el silencio en esa parte de la familia. Silencio que como saben quienes se dedican al psicoanálisis o quienes han pensado el mismo, se pasa. Lo silenciado se pasa.
Las víctimas de las atrocidades de las guerras han silenciado el horror vivido para proteger a sus seres queridos de cargar también con esa imagen. Los estallidos dentro de casa, los hijos que no saben exactamente qué pasa pero son testigos, testigos de lo que aún no pasó, porque no se dice y estalla así. Es sólo buscar en una librería, internet, para encontrarse con esos testimonios que piden hacerse oír. Pienso en Jack Fucks, los combatientes de Malvinas, en quienes vivieron la segunda gran guerra, de quienes vivieron las atrocidades de nuestros genocidios.
Hoy llamamos a mis suegros por skype, no me privé de disfrutar de ser yo quien hable de corrupción, supe que la corrupción dejó de preocuparlo ahora el argumento es quién roba menos, y se me ocurrió preguntarle a mi suegra qué hacía la madre los 17 de octubre.
Para que podamos darnos una idea, intentemos por un segundo imaginar que a partir de mañana no podemos nombrar a Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Idea que no podemos sostener más que por un segundo pero ese segundo cuando pasó duró dieciocho años. Durante dieciochos largos años estuvo prohibida en este país la expresión de una identidad. Qué difícil imaginar algo así en tiempos en que la identidad es un derecho.
"Después del 55 mi madre no pudo hacer más nada", respondió mi suegra, "rompió el carnet de afiliación, papeles y se autocensuró, no podía decir nada, tenía una hija que mantener". ¿Se auto censuró? La proscripción se la impusieron, le prohibieron decir lo que tenía para decir, le prohibieron ser quien era. Ese silencio hay quien lo leyó como un rasgo de carácter.
Habiendo trabajado como psicólogo sé de las explicaciones diagnósticas para abordar las manifestaciones personales de los conflictos sociales. Indefectiblemente lo psi cae en la historia individual para explicar la historia de una persona. En la persona habitan las tensiones de una época, las condiciones que la época coloca para orientar las conductas. No era casualidad que Freud se encontrara con personas distintas que reprimían las mismas cosas. Nadie zafa de su época.
Escuché de la compañera abuela de mi mujer, que era una mujer callada y no que la habían callado. Ojalá que mi suegra lo escuche. Con el daño que esos tipos le han hecho a tu familia, le dije. Puedo llegar a entender que no seas peronista pero no que no estés contra ellos que realmente te hicieron daño.
A setenta años del día en que en este país los más desprotegidos, los más necesitados, salieron a las calles a hacer escuchar su derecho a ser escuchados, a que se respetara la voluntad popular, a setenta años del día que el país aprendió que la movilización social cambia el destino de la patria, quería hacer sonar el silencio que le impusieron a tantos en este país como aún hoy a tantos se los imponen, como bien sabemos.
La historia condiciona pero no condena. Los diagnósticos sí, porque deshistorizan. Le decían callada, y la habían callado.
Sólo dentro del discurso de los colonialistas, donde ser es tener, se puede pensar que el infierno son los otros. Nosotros sabemos que los otros son la salvación, sólo no se salva nadie, la salida siempre es en conjunto. Sólo la organización vence al tiempo.
Feliz día.


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