Por Silvia Jacobi
-Fernando Pessoa, escritor portugués, había
una vez escribió un libro. Una mirada desde la bohardilla o no bohardilla del
mundo: “El libro del desasosiego”.
Pessoa- persona en la traducción.
Sorprendente metáfora el apellido del autor y más si uno se detiene en pensar
que fraguó su escritura bajo heterónimos.
-Hay que sobrellevar el destino de ese
nombre mientras se piensa que la personalidad es una falacia torturante o una
convención vacía. Ya bien decía Octavio
Paz:
"Para que pueda ser
he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia." 1
-…
-Siempre pensando boludeces vos.
- .
-Buscando interlocutores presté el libro.
Con mis marcas: esa orejita en los vértices de las hojas, los subrayados, las
migas y la ceniza de cigarrillo que he soplado
ojeándolo para el viaje hasta
otro, la página arrancada a fuerza de
relecturas como si allí (hubiese durante mucho tiempo creído que) estuviese el
corazón del texto.
Renegué en el momento del préstamo: “Allí,
no ya soy yo”. Menos por menos es más: Di por perdida la sensación de pérdida que es la melancolía que me habita.
Me fingí yo. Sin mis fantasmas. Sin esos otros en mi cabeza.
¡Qué maravilla ese poema de Octavio Paz!
¡Y vos, podrías dejar de mirarme como si te
mordieses el labio inferior!
-¿Quién te crees que sos ahora? ¿Manuel
Puig? Me das asco.
-. ¿Se acuerdan de ese otro poema de Paz,
“La vida sencilla”?
-…
-“…” 2
-Bueno…Éramos pocos…
-Los otros son una realidad, no una pura
abstracción. Te sustraes del mundo
porque crees que hay una parte de la realidad que es real y te asusta.
Con las palabras te pasa lo mismo… No me burlo, pero, no puedo dejar de reírme
conmigo. No deja de causarme gracia la confusión que me generas: no sé si tu
escepticismo es devoción o falta de fe.
-.
-…
-¿Por qué prestaste el libro?
-Un poco por ese deseo de que el otro lea
lo que leí. No. Creo que por el deseo de que el otro vea lo que leí...No. Que
el otro lea lo que sentí. No. Lo que siento.
-¿Quedó de queso?
-¿?
-… “Si un día amase, no sería amado. Basta
que yo quiera una cosa para que se muera. Mi destino, sin embargo, no tiene la
fuerza de ser mortal para nada. Tiene la debilidad de ser mortal en las cosas
que son para mí.” 3
-Dudo con mucha firmeza que alguien asevere
haber leído fragmento tras fragmento dicho libro porque es imposible tolerar
ininterrumpidamente la combinación de melancolía y sarcasmo. El sarcasmo es la
expresión verbal, ese simulacro gestual del que son capaces algunos textos; un
giro del lenguaje; no las palabras, sino como “eso- se -dice”.
- Entonces prestaste el libro para que el
otro no lo lea…
-“Eso” es lo innominado. Prestaste el libro
para que alguien lea lo que no se dice.
-…
-Ufff!
-Lo que no puedo decir.
-Lo que está perdido…
-No. Para que alguien pueda leer la
sensación de pérdida que siento.
-¿Estás tomando la medicación?
-(Mira che si serás hija de puta)
- ¿Con quién hablas?
-
-…
-.
-… al igual que la melancolía ha perdido su
objeto. En sentido más radical del término han perdido su razón de ser, su
finalidad y su culminación. Son a la vez, tragedia y comedia, duelo y desafío,
búsqueda y pérdida en el libro. Tristemente, no son una cosa por la otra sino la
simultaneidad. Y digo tristemente porque al menos la tristeza tiene su opuesto
y/o su fin. Pensé en escribir algo al respecto.
-¿Te das cuenta que no estás…bien?
-.
-Presté el libro por esa palabra:
Desasosiego. ¡Qué fácil confundirla con la falta de esperanza, con la falta de
fe! El “des” es la falta de. Y sin embargo, te das cuenta…
-¡Te das cuenta que no estás bien!
- No es la propensión a la interpretación
de lo inerte. El “des” es la falta de sosiego, de quietud. Todo lo contrario a
la muerte.
-.
Bibliografía.
1 Paz Octavio, “Piedra de sol”, El fuego de cada día, Seix Barral,
Barcelona, 1989
2 “La vida
sencilla”, Ibid., p.36
3 Soares
Bernardo, El libro del desasosiego,
Seix Barral, Barcelona, 1984, p.345.
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