domingo, 19 de mayo de 2013

Persona y desasosiego


Por Silvia Jacobi


-Fernando Pessoa, escritor portugués, había una vez escribió un libro. Una mirada desde la bohardilla o no bohardilla del mundo: “El libro del desasosiego”.
Pessoa- persona en la traducción. Sorprendente metáfora el apellido del autor y más si uno se detiene en pensar que fraguó su escritura bajo heterónimos.
-Hay que sobrellevar el destino de ese nombre mientras se piensa que la personalidad es una falacia torturante o una convención  vacía. Ya bien decía Octavio Paz:
                                   "Para que pueda ser he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia."  1
-…
-Siempre pensando boludeces vos.
- .
-Buscando interlocutores presté el libro. Con mis marcas: esa orejita en los vértices de las hojas, los subrayados, las migas y la ceniza de cigarrillo que he soplado  ojeándolo  para el viaje hasta otro,  la página arrancada a fuerza de relecturas como si allí (hubiese durante mucho tiempo creído que) estuviese el corazón del texto.
Renegué en el momento del préstamo: “Allí, no ya soy yo”. Menos por menos es más: Di por perdida la sensación de  pérdida que es la melancolía que me habita. Me fingí yo. Sin mis fantasmas. Sin esos otros en mi cabeza.
¡Qué maravilla ese poema de Octavio Paz!
¡Y vos, podrías dejar de mirarme como si te mordieses el labio inferior!
-¿Quién te crees que sos ahora? ¿Manuel Puig? Me das asco.
-. ¿Se acuerdan de ese otro poema de Paz, “La vida sencilla”?
-…
-“…” 2
-Bueno…Éramos pocos…
-Los otros son una realidad, no una pura abstracción. Te sustraes del mundo  porque crees que hay una parte de la realidad que es real y te asusta. Con las palabras te pasa lo mismo… No me burlo, pero, no puedo dejar de reírme conmigo. No deja de causarme gracia la confusión que me generas: no sé si tu escepticismo es devoción o falta de fe.
-.
-…
-¿Por qué prestaste el libro?
-Un poco por ese deseo de que el otro lea lo que leí. No. Creo que por el deseo de que el otro vea lo que leí...No. Que el otro lea lo que sentí. No. Lo que siento.
-¿Quedó de queso?
-¿?
- “Si un día amase, no sería amado. Basta que yo quiera una cosa para que se muera. Mi destino, sin embargo, no tiene la fuerza de ser mortal para nada. Tiene la debilidad de ser mortal en las cosas que son para mí.” 3
-Dudo con mucha firmeza que alguien asevere haber leído fragmento tras fragmento dicho libro porque es imposible tolerar ininterrumpidamente la combinación de melancolía y sarcasmo. El sarcasmo es la expresión verbal, ese simulacro gestual del que son capaces algunos textos; un giro del lenguaje; no las palabras, sino como “eso- se -dice”.
- Entonces prestaste el libro para que el otro no lo lea…
-“Eso” es lo innominado. Prestaste el libro para que alguien lea lo que no se dice.
-…
-Ufff!
-Lo que no puedo decir.
-Lo que está perdido…
-No. Para que alguien pueda leer la sensación de pérdida que siento.
-¿Estás tomando la medicación?
-(Mira che si serás hija de puta)
- ¿Con quién hablas?
-
-…
-.
-… al igual que la melancolía ha perdido su objeto. En sentido más radical del término han perdido su razón de ser, su finalidad y su culminación. Son a la vez, tragedia y comedia, duelo y desafío, búsqueda y pérdida en el libro. Tristemente, no son una cosa por la otra sino la simultaneidad. Y digo tristemente porque al menos la tristeza tiene su opuesto y/o su fin. Pensé en escribir algo al respecto.

-¿Te das cuenta que no estás…bien?

-.
-Presté el libro por esa palabra: Desasosiego. ¡Qué fácil confundirla con la falta de esperanza, con la falta de fe! El “des” es la falta de. Y sin embargo, te das cuenta…
-¡Te das cuenta que no estás bien!
- No es la propensión a la interpretación de lo inerte. El “des” es la falta de sosiego, de quietud. Todo lo contrario a la muerte. 
-.

Bibliografía.
1   Paz Octavio, “Piedra de sol”, El fuego de cada día, Seix Barral, Barcelona, 1989
2   “La vida sencilla”, Ibid., p.36
3    Soares Bernardo, El libro del desasosiego, Seix Barral, Barcelona, 1984, p.345.

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